En No tengo billete dice el judío. Entonces, paga dice el revisor. No tengo dinero dice el judío. Entonces, fuera de aquí, y el revisor le hace bajar en la primera estación El judío se sienta en un banco hasta que pasa otro tren, al que sube tranquilamente. Nueva revisión, nueva expulsión, nuevo tren repetición de las mismas escenas, hasta que un empleado, que ya le había visto, Je reconoce y le dice. Ah. Otra vez tú. Hasta cuando va a durar este manejo?
El judío baja la cabeza, levanta los hombros, y dice con una semisonrisa. Hasta que llegue a Colmar. Se trata aquí de mofarse de la bajeza del judío, o se celebra la tenacidad de aquel pobre diablo, cuya aventura es una especie de símbolo cómico de la trágica historia de Israel, siempre progresando bajo la persecución de que es objeto?
La última palabra, en materia de intermediarios, la tiene Schadchen, el agente matrimonial. La suegra no me gusta le objetan; es una mujer estúpida y mala. No es la suegra; es la hija la que le propongo.
Pero no es ya joven ni tampoco guapa. Qué importa? Con eso le será a usted más fiel. Tiene poco dinero. Pero ¿quién le habla a usted de dinero. Se va usted a casar con el dinero? Usted pide una mujer.
la que usted me dá tiene una joroba. Es usted muy disgustado, caballero. Pretende usted que le de una mujer sin ningún defecto?
La cultura inglesa, unida al genio judío, ha dado nacimiento a una planta nueva: el humorismo judío. Este humorismo tiene de común con los demás el sentido agudo de la ironía de las cosas, que todo es vano y, sin embargo, necesario; el don de mirar el mundo, ya en su genialidad, ya en sus más minuciosos pormenores; el ingenio, la chocarrería, lo trágico, una gran seguridad de sí y un inmenso placer en romper las estrechas tablas de la ley del pensamiento medio.
Pero a este humorismo se agrega el empleo frecuente de la guasa judía. Pero lo que le caracteriza principalmente el estilo es el empleo constante del razonamiento talmúdico. Se dice al talmudista: Usted debe el diezmo desde que los frutos han entrado en la casa. Pero ¿lo deberé si me los como en el patio. No; si el patio está abierto y los vecinos los pueden ver comer. si en parte está cerrado y en parte está abierto. La parte cubierta se considerará como la casa. si me como los higos en el umbral de la puerta?
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