trina e a los la doci con jus de los vom mundo Emper su escr de los los nol cuanto La filosofía de Hegel ha perdido hace tiempo la fascinación que ejerció en la Alemania de hace un siglo. Su filosofía del Estado sigue prevaleciendo. El ministro von Altenstein se dio cuenta de que convenía al Gobierno, por lo mismo que eleva el Estado a la región de lo divino, y, ya en vida de Hegel, lleno de hegelianos todas las cátedras de Filosofía vacantes en las Universidades de Prusia. Desde entonces acá no ha cesado de ser la teoría oficial alemana. La crítica ha echado abajo buena parte de su metafísica; pero ya se considere al Estado como «organismo, como «organo, como «personalidad. como «totalidad, como «organización de la compulsión social. no hay apenas una sola definición del Estado en un tratado alemán en donde no haya envuelta una evaluación moral positiva, como el concepto o la idea de lo bueno se hallase incluída en la del Estado y como si al decir que una acción conviene al Estado quedase ya sobreentendido que esa acción es buena.
Claro está que semejante doctrina es inaceptable. El Estado no tiene razón sino cuando tiene razón, y no es bueno sino cuando hace el bien. Pero en este lugar no nos interesa refutar la teoría hegeliana del Estado, sino recordar sencillamente el hecho de que en las Universidades de Alemania, y sólo en las de Alemania, ha prevalecido una teoría, según la cual el Estado se halla emplazado por encima de la moralidad ordinaria y no tiene obligación de someterse a sus mandamientos. La consecuencia lógica de esta teoría es que si el Estado ordena el mal, el honor de los súbditos no puede consistir más que en cumplir escrupulosamente la orden que reciban. El Estado, de una parte, no tiene para qué someterse a los preceptos de la moral corriente. El individuo, de otra parte, tiene el deber de obedecer. Pero es posible que sienta remordimientos si se le manda echar a pique un barco de pasajeros o incendiar una ciudad pacífica.
Pero Lutero ha previsto ya el caso. Por qué remordimientos. No tienes fe en el Estado? La fe salva.
Hemos vuelto a estampar el nombre de Lutero. es que la doctrina hegeliana del Estado no sería tan peligrosa si el Estado alemán no fuese, con relación a sus súbditos, tan poderoso como es. Pero la omnipotencia del Estado en Alemania es también obra de Lutero. La función política realizada por Lutero consiste, sobre todo, en transferir al Estado las prerrogativas gozadas por la Iglesia durante la Edad Media. La Edad Media concebia la sociedad como una Iglesia Estado, en que la autoridad suprema era la espiritual, no limitada a ninguna clase de fronteras. El luteranismo colocó, en cambio, toda la autoridad eclesiástica bajo la jurisdicción del «Principe divino. a quien declara omnipotente. El poder que monopoliza el Kaiser es el que le ha dado y le conserva el luteranismo, pero que la Iglesia católica no concedería a ningún Soberano temporal, por lo menos de un modo permanente y formal.
Ello lo hizo Lutero porque como no podía apoyarse para su docrecht, xión e obligat campe: reino e imposi damen und de Darum Schwei bernad autorid ΕΙ todo Princip rrespoi todo sagrad manter consist table, ridad suele tament el Cor)
total a coercit a la La Iglesia absolu sibilida la visit derech Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.