Individualism

Probablemente no se debe esto a efecto de la imaginación norteamericana sino a las condiciones anormales del mundo. Roma no tuvo jamás un gran arte propio, y, por razones análogas, es posible que jamás lo tengan los Estados Unidos. La imaginación de Roma estaba obsesionada por sueños de conquista, de aventuras y de comercio mundial. La imaginación de los pueblos vigorosos de la época moderna está encendida con el triunfo de la ciencia, de las industrias y el comercio, con la labor constructiva de invención.
El alma de Leonardo da Vinci estuvo igualmente atraída hacia ambos lados. Con las oportunidades e inventos del tiempo actual, habría dedicado su genio enteramente al segundo. La decadencia artística y el progreso científico del Japón confirman esta idea.
Sea cual fuere la creación artística, el instinto de apreciación y el goce del arte son tan intensos en los Estados Unidos como en cualquiera otra parte. Todo artista moderno conoce los Estados Unidos. Gozar del arte es consecuencia esencial del carácter norteamericano en sus rasgos de jovialidad, de apreciación de lo bello y de individualismo. Con la música, el arte que más inclina a soñar, el norteamericano se regocija. Forma parte del ideal de ocho horas de labor y ocho horas de distracción, porque la música, la música de la multitud, descansa la mente para el trabajo del siguiente día.
Me he referido al hombre de los Estados Unidos, al norteamericano genuino en medio de la multitud cosmopolita. Puede ser rudo o afable, puede interesarse por las ideas o mostrarse indiferente, puede ser vulgar o refinado; pero su trato continuado deja la impresión típica de que es un hombre fuerte, lleno de recursos, cordial, amante de la vida, limitado en sus simpatias y expansivo en sus sentimientos, orgulloso de su posición en el mundo y sensible, sin embargo, al reproche de falta de cultura, y predispuesto a la miopia fuera de su oficina o de las aulas.
La mujer norteamericana es diferente, o mejor dicho, no existe un tipo definido de mujer norteamericana.
La mujer del sur no es semejante a la del norte, ni la del oeste tiene analogía con la del este. Sin embargo, en Europa casi siempre se puede reconocer a la mujer de los Estados Unidos y es difícil creer que sólo las líneas del rostro sean constantes. La mujer de los Estados Unidos no posee el vigor, la fuerza creadora, el fácil y genial dominio de las cosas que distingue al hombre norteamericano, debido indudablemente a la acción selectiva del varón; y, compartiendo de otro lado su imaginación febril, vive la mujer en un torrente de aspiraciones entusiastas vagamente definidas. Lleva a cabo triunfalmente sus proyectos de celibato voluntario y de limitación de la familia, y obligará al mundo a solucionar los problemas que ella propone. La figura central de la variada galería de la mujer de los Estados Unidos es una criatura elegante, de rostro delicado y noble corazón, genialmente rebelde, de talle esbelto y flexible, ansiosa de saber y de gozar; tipo del cual no conozco otro más atrayente y lleno de promesas. Quizá comete el error de creer que los goces de la vida no se avienen bien con el refinamiento, la posesión de sí mismo y el modernismo. Le falta vigor, más nutrición y más sangre. En ella reside la esperanza de una solución rápida y justa del gran 377 376 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.