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reacción, si podrá prevalecer y consolidarse contra la furia demoledora de la revolución que lo creó.
El Gobierno de Washington reconoció también el del señor González Flores, sin cuidarse de averiguar ni la legitimidad ni la legalidad de su elección; pero se ha negado y se niega a reconocer el del señor Tinoco Granados.
Si el Gobierno de Washington basara sus procedimientos en un principio fijo, no reconociendo gobierno alguno surgido del fraude o de la violencia, procedería con lógica, aunque no con derecho, porque, dice el Libertador Bolívar: La legitimidad de un Gobierno deben examinarla sus súbditos y no los extranos.
Esta doctrina ha privado durante un siglo de revueltas intestinas y gobiernos revolucionarios en la América española, sin que hasta la administración del señor Wilson hubiera sido puesta en duda y mucho menos contrariada por gobierno alguno civilizado de la tierra. Esta misma doctrina ha sido preconizada por el Presidente Wilson, en forma general, cuando ha declarado y reconocido, en más de una ocasión, el derecho de los pueblos débiles y pequeños a recibir el mismo tratamiento que los fuertes y grandes, y, por último, ella ha sido levantada como pendón de guerra por Inglaterra, Francia, Italia y los Estados Unidos, en la monstruosa actual contienda. esta doctrina es filosófica y es sana, por cuanto está fundada en la base misma de los gobiernos democráticos representativos. Qué hace legítimo el poder público en la república? El querer, la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, legalmente expresada y comprobada. cuando ese poder nace del fraude, de un golpe de cuartel o de una revolución armada? La tácita aceptación del hecho por el pueblo, que lo soporta, y la sumisión a la autoridad del usurpador, si no lo legitiman, lo legalizan, en cierto modo, porque si no quisiera someterse y obedecer, bastaríale con un simple movimiento de protesta para dar con él en tierra. La fuerza armada será siempre impotente contra un movimiento verdaderamente popular. Los pueblos tienen los gobiernos que merecen es un aforismo vulgar, con visos de perogrullada, pero que conviene repetir. Pensar que se puede sojuzgar un pueblo conocedor de sus derechos y celoso de sus libertades, es soñar con lo imposible; pero sí puede ser encadenado aquél que no conoce los suyos o que, conociéndolos, se los deja arrebatar, por ineptitud, egoismo o cobardía. En ambos casos, el pueblo tiene el gobierno que merece, y los extraños no tienen ni derecho ni autoridad para inmiscuirse en asuntos que no les atañen.
Pero en el caso concreto que nos ocupa por qué reconoció el Gobierno de Washington al Presidente Gonzáles Flores y se niega a reconocer al Sr. Tinoco Granados. Qué diferencia hay entre un golpe de Estado que dos fracciones del Congreso, en connivencia con el Presidente de la República, perpetraron contra la Constitución, la ley y la voluntad popular, consignada ya en las urnas electorales, y ese otro, dado por el Ministro de Guerra, contra la misma Constitución?. En efecto, las elecciones para Presidente de la República se habían verificado y los escrutinios parciales habían dado como resultado setenta mil votos, 340 341 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.