dadera garantía que tienen los pueblos contra sus malos gobernantes, y a él no se puede renunciar sin perder al mismo tiempo el derecho a la libertad.
Además es un derecho saludable. Así lo pensaba un estadista tan eminente como Thomas Jefferson, a juzgar por lo que escribió en 1787 a James Madison. Yo sostengo que una pequeña rebelión de vez en cuando es cosa buena y tan necesaria en el mundo político como las tempestades en el mundo fisico. Cierto es que las rebeliones fracasadas producen mermas en los derechos del pueblo que las hace. La observación de esta verdad debería obligar a los gobernantes republicanos.
honrados a mostrarse de tal modo blandos en el castigo de las rebeliones, que no las desalentasen demasiado. Son una medicina necesaria para la buena salud del gobierno. Pero nada más claro y concluyente puedo citar al respecto, que lo dicho por el Presidente Wilson en su mensaje al Congreso del de diciembre de 1915. La libertad es a menudo cosa fiera e indomable, a la que no pueden ponerse límites. Todo americano que haya bebido en los principios y las tradiciones, debe adherirse sin reserva a la alta doctrina del Bill of Rights de Virginia, que en los grandes días en que nuestro gobierno fué establecido era aceptada en todas partes entre nosotros como el credo de los hombres libres.
Esta doctrina establece. Que el Gobierno se instituye o debería instituirse para el beneficio común, la protección y seguridad del pueblo, de la nación o comunidad. que «de todas las diversas formas y maneras de gobierno, la mejor es la que ofrezca mayores garantías contra el peligro de mala administración; y cuando se encuentre que cualquier gobierno es inadecuado o contrario a estos fines, una mayoría de la comunidad tiene el indubitable, inalienable e incontrastable derecho de reformarlo, alterarlo o abolirlo de modo conducente al bienestar público. En este mismo documento el Presidente había dicho ya refiriéndose a México. Su suerte está en sus propias manos; pero, cuando menos, hemos probado que no queremos sacar ventaja de él en su infortunio emprendiendo la tarea de imponerle un orden y un gobierno escogidos por nosotros.
Estas palabras demuestran que el Presidente Wilson admite igualmente el principio de que un país fuerte no debe imponer a otro, en razón de su debilidad, un gobierno escogido por él. En relación con esto no puedo menos que manifestar a Vuestra Excelencia que en el caso de Costa Rica, y dada la situación preponderante que los Estados Unidos ocupan en América y la influencia que ejercen especialmente en las Repúblicas del Centro, la circunstancia de negarse el Gobierno de Washington a reconocer el Gobierno legalmente constituido de Costa Rica, invocando un principio que no es de derecho público, será probablemente interpretada como una intervención que no se justifica, y es de temerse que este proceder de los Estados Unidos no contribuya a afianzar la confianza que en este gran país tienen puesta las Repúblicas latinoamericanas; porque habiendo reconocido 328 329 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.