Bourgeoisie

Dogmas Estéticos Uno de los críticos más cultos y reflexivos de la actual generación literaria, acaso el más documentado y perspicaz de todos: Cansinos Assens, explica de un modo admirable la influencia campoamorina en la nueva lírica, denominada novecentista. Su procedimiento, dice, era el dogma de la nueva tendencia: el anhelo de la sencillez y de la verdad, el desdén de la vieja retórica, la preocupación del epiteto exacto, el espíritu de análisis y su ironía eran anhelos de la nueva escuela. Pero, añade. su vuelo poético se encierra en la burguesía sensible, en que vibra lo más.
humano y lo más intelectual; su obra está destinada a ser leída por la clase media; le falta esa exaltación tan grata a las muchedumbres que viven en un ambiente épico de rebeldía o de helado orgullo. Está harto ligada al ambiente, a los vicios y virtudes de la sociedad burguesa, sobrado familiar, en suma, demasiado cercana al mundo de lo cursi. Ante nosotros, ahora, los grandes horizontes: Nietzsche, Emerson, Whiltmann. El ilustre Cansinos, que hace tiempo nos acusó de pragmatismo, es sobrado devoto de un pragmatismo crítico, que asigna a cada época una lírica especial y a cada poeta un determinado papel en la obra de transformación literaria; con todo respeto a la especialidad de su estudio, presumo que es cada individuo, y no cada generación, el que tiene un poeta predilecto; porque la lírica es algo intimo, personal, que no puede reflejar, sino en contados casos, los anhelos de una generación o una raza, antes bien, interpreta los de un sujeto que según su temperamento, su género de vida, su cultura, sus gustos y aun su estado fisiológico o patológico, preferirá Goethe a Victor Hugo, o Verlaine a Coppée, o Tennyson a Núñez de Arce, o Carducci a Wordsworth, o Baudelaire a Sully Proudhomme. Preguntemos, no a los críticos, cada uno de los cuales tiene un criterio cerrado, sino a los lectores sin finalidad analítica, que son los verdaderos lectures: cada uno manifestará un gusto diferente; lo que ocurre es que pocas veces tendrá el valor de declararlo; preferirá decir, para dar gusto a sus preceptores. Oh, Rubén. o ¡Ah Gómez de la Serna! En el fondo, Dios sabe qué lírica prefiere, si es la de Schiller o la de Hartzenbusch, la de Marquina o la de Martínez Abades.
Dejando aparte el estudio de tan interesante problema (doctores tiene la iglesia crítica. resta lamentar lo difícil que es a un poeta llegar al corazón de las muchedumbres. La mayor parte de las gentes no sabe leer; porque no puede llamarse saber leer a poder hacerlo en alta voz y en público, a enterarse a medias o no enterarse, y conocer escasamente, por de fuera, media docena de libros de rezo o de novelones. toda esta buena gente. qué le importa de Bécquer o de Péres de Ayala, de Enrique de Mesa o Andrés Gonzá314 315 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.