pia y constante represión de la cólera que los alemanes me inspiran. Pero un problema no se suprime con hacerse el desentendido a su llamamiento. pesar del firme anhelo de la inhibición de todo el mundo no beligerante, se ha visto recientemente a diez Gobiernos neutrales proclamar su protesta contra el anuncio de Alemania de emplear sin restricciones sus naves submarinas. El hecho de que se haya formulado esta protesta en febrero de 1917 y de que no se formulase en febrero de 1915, cuando Alemania anunció por primera vez un propósito análogo, muestra el progreso realizado por el sentimiento de solidaridad internacional en estos dos años. es que por fuerte que sea el deseo de desentenderse de los horrores de la guerra, es aún más fuerte el hecho de la solidaridad internacional.
Para resumir este razonamiento añadiremos que cuando alguien dice. no puedo creer en semejante cosa. está diciendo dos cosas distintas a la vez: primera, que él no puede creer, y segunda, que la cosa es absurda. Hasta ahora nos hemos limitado a mostrar que las razones de la resistencia psicológica a dar crédito a las atrocidades alemanas consisten: en el prejuicio moderno de que los hombres son buenos, en el prejuicio aún más moderno de que los hombres cultos son mejores, en el de que acusaciones proferidas con pasión no pueden ser verdaderas, y en la aversión egoísta a creer en sucesos que nos obligan, siquiera sea moralmente, a abandonar una cómoda actitud de indiferencia.
Pero antes de cerrar este argumento hay que reco298 nocer que no es posible mover el ánimo de las gentes encastilladas en la opinión de que una vez admitida la guerra hay que admitirla con todos sus horrores.
Esta es una de las expresiones características de la herejía germánica. Pero si nosotros preguntamos. cómo es posible que haya sido violado sistemáticamente el derecho de gentes. es porque la inmensa mayoría de nosotros abriga dos convicciones morales: primera, que la guerra justa no es contraria a la moral, y segunda, que los horrores propios a la guerra deben ser moderados por los principios escritos del derecho y no escritos. El conjunto de estas dos con vicciones constituye la doctrina ortodoxa en punto a la guerra. Esto es lo que han venido creyendo los hombres civilizados desde hace miles de años; esto es lo que piensan actualmente; esto es lo que seguirán pensando dentro de miles de años. esta ortodoxia se oponen dos heterodoxias: la que podríamos llamar pacifista y la que podríamos calificar de tiránica. Los pacifistas radicales dicen que toda guerra es mala, sea justa o injusta, fundada o infundada, defensiva o agresiva, conservadora o destructora. La teoría tiránica sostiene que en la guerra toda moderación es estúpida, porque lo característico de la guerra es la ilimitación. La guerra es guerra de todos contra todo y contra todos. No he de combatir ninguna de estas dos teorías. Me limito a decir que lo que piensa el lector, y lo que yo pienso, es que la guerra es moral cuando es al mismo tiempo necesaria y justa, y que hasta en la guerra moral es absolutamente obligatorio el respeto al derecho de gentes, y que estas dos evidencias morales son anteriores y superiores a 299 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.