decisiva sobre la parte moral del hombre, nada más lógico que fomentarlos por medio del estímulo: un premio anual a la familia que satisficiera mejor las bases de la oferta, daría magníficos resultados.
Para los mejores efectos, la sociedad tendría derecho de intromisión en la crianza y educación de los chiquillos, y aun en la de los mayores, hasta donde fuera posible. Habría obligación forzosa del estudio, del ahorro, del trabajo. en fin, un algo tan completo que fuera capaz de rendir los mayores frutos. Difícil sería que los que se desarrollaran en este ambiente delicado, no fueran capaces de llevar su aroma a los distintos campos donde fueran a plantar su tienda; y así como una simple piedra arrojada en el estanque origina una serie de ondas que abarcan considerable superficie, así, la idea que me preocupa llevaría su influencia talvez más lejos de lo calculado por quienes la llevaran a la práctica. mi humilde entender, si Carnegie hubiera invertido de esta manera lo que lleva desembolsado en levantar «palacios de la Paz» que respeta menos la sociedad que los terremotos, no andaria tal vez en bocas de la fama, pero habría hecho algo más útil y hasta podría recoger él mismo sus frutos, satisfacción que no logrará por el camino emprendido.
Pero si es un asunto difícil el conseguir que los capitales se asocien para emprender algún negocio productivo ¿cuánto más no lo sería tratándose de algo que no les dejaría ganancia material alguna? si no, pasemos revista a las sociedades benefactoras existentes y encontraremos que ellas están integradas en su mayor parte por personas que ostentan una mayor riqueza, la de los sentimientos, pero que en estos casos alcanza bien poco si su hermana, la otra, la de las monedas, permanece sorda a sus insinuantes ruegos.
Pero vamos. qué costaría a un don pongo por caso, distraer unos cuantos cientos en el día de hoy, y guiado por una persona entendida, dar su paseíto por los alrededores, depositando como al descuido, ya un juguete en manos de un mocozuelo, ya una moneda en manos de una infeliz, o un billete dentro de un sobre, por debajo de una puerta donde se está seguro que vive una familia necesitada. Ah, si verdaderamente no tiene del todo petrifi cado el corazón, estoy segura de que quien probara una vez, lo volvería costumbre de toda su vida, porque no podría disfrutar tranquilo de la tradicional fiesta de «Noche Buena» sin haber antes difundido el consuelo entre sus hermanos los necesitados. Sigue)
de Estas son visiones de delirio; pueden impresionar, pueden producir un efecto de grandeza, quizás de beileza también. Pero ¿dónde está en todo eso el pensamiento y el hálito de nuestra época? jes eso modernismo? No; es el atavismo más remoto; la vuelta a la forma de ideación que dió nacimiento a toda la fábula clásica, a todos los mitos de las tribus salvajes, a todas las creencias elementales. Si ese es modernismo, entonces la hipótesis de que la luna es una diosa con cuernos, de que el sol recorre el cielo en un carro de fuego tirado por dos caballos fogosos, de que las fuentes están habitadas por náyades y las encinas por driadas y hamadriadas, es modernismo también, y, a.
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