entrego a mis filosofías: Mi inquieta imaginación me lleva a visitar uno a uno los hogares, donde la fortuna ha repartido sus dones al capricho, sin orden, sin justicia: mientras en unos derrama la felicidad y la abundancia a manos llenas, con otros se muestra tan avara que les niega aun lo indispensable para vivir; y en el mismo instante en que aquí el bullicio y la alegría presiden la suculenta cena, allá una miserable familia languidece con el estómago vacío y el alma henchida de pesares. la par de la suntuosa mansión que, profusamente iluminada, se dispone a celebrar la fiesta «del árbol de Navidad. se alza la pobre casuca, donde la incierta luz de una candela alumbra un grůpo de arrapiezos que se han dormido llenos de esperanzas, después de haber elevado sus plegarias y de haber preparado la mediecita donde piensan encontrar el juguete, que con seguridad no llegará, mientras la madre devorando en silencio la pena, se afana por acabar la costura que representa el pan de mañana. Qué ganas me dan entonces de componer las cosas. Qué ley es esa que permite a unos pasar su vida en constante derroche mientras los de más allá se consumen en la miseria. Por qué ha de haber miserables donde hay millonarios? sueño entonces que el mundo se ha tornado bueno; que los pudientes, inspirados en un sentimiento humanitario, mejor dicho, de justicia, aúnan sus fuerzas y constitnyen una sociedad benefactora; que adquieren una propiedad muy extensa, muy extensa, en un lugar muy pintoresco; que construyen coquetas casitas, todas iguales, todas higiénicas; levantan una lista a la que acudirán a inscribirse aquellas familias verdaderamente necesitadas que presenten una constancia, autorizada, de que son gentes de paz y de buenas costumbres. De la noche a la mañana, toma vida aquella humana colmena, el monumento más elocuente que pueda ambicionar el corazón humano. Aquella risueña aldea, hábilmente dirigida, bien pronto dará sus frutos. Un conjunto de leyes bien ideadas, un gobierno bien instalado que haga cumplirse estrictamente esas leyes y que sepa impartir justicia, la providencia bienhechora de la sociedad que atienda a las más imperiosas necesidades, y estarán echados los cimientos de una sólida generación: porque nadie ignora que la miseria es el pantano donde se incuban los gérmenes de los mayores males que afligen nuestra sociedad. Qué entusiasmo no despertaría en aquellas pobres gentes la promesa de una nueva vida!
Nunca acabarían de comprender el milagro de encantamiento que los arrancó de la derruida casucha que los albergaba a la limpia casita que se les obsequia; y si os parece esto poco para animarlos a llevar una vida edificante, pensad en que la gratitud que en ellos despertaría seria capaz de producir los mayores milagros, porque la gratitud es un soplo divino que ahoga los malos instintos y hace florecer los buenos en su lugar, que trasforma a un Juan Valjean el presidiario, en Juan Valjean el venerable anciano cuya vida fué un constante homenaje a la virtud. Como quiera que el orden y la limpieza tienen una influencia muy Po Solicítese EOS y RENOVACIÓN en la librería de Trejos Hnos. antiguo local de Lehmann.
274 275 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.