sería injusto legislar sobre relaciones futuras bajo la condición de que fueran absolutamente comprendidas por ambas partes al pactarlas. El arreglo tendría entonces que hacerse consultando el principio del mayor bien social, esto es, que produjera el menor daño y y ofreciera el mayor rendimiento. Esto también contribuiría a demostrar que la justicia consiste en la armonía, mediando expectativas razonablemente establecidas. Respecto a las críticas de Mr. Murdock sobre la penalidad impuesta a los dos contrabandistas, la injusticia de las sentencias consiste en que frustraron las espectativas de imparcialidad establecidas y razonables.
Volviendo a aquellos niños «bien favorecidos y hábiles en toda sabiduría. de quienes se ha hecho mención, recuerdo el tiempo en que una joven delgada y de ojos negros, hija de un agricultor escocés irlandés que residía en un distrito escolar vecino, al este de nuestro pueblo, vino como maestra a nuestra pequeña escuela gris y rodeada de altos robles. Siempre la he rememorado con gratitud porque me adiestró en la tabla de multiplicación en la que me había paralizado, y me inició en los misterios de los números quebrados.
De inteligencia sutil e intensamente enérgica, con un temperamento tan cálido como lozano era su cutis, provocaba murmullos cuando nos daba problemas que «no estaban en el libro. Recuerdo que preguntaba. Cuánto son 213 de 475 de 11. y mantenia nuestra atención contraida al asunto hasta que lo comprendíamos y sabíamos cómo lo comprendiamos.
Pero su alma sensible fué su ruina. Existía cierta rivalidad entre el extremo este y oeste del distrito escolar, porque los occidentales creían que los orientales, más acaudalados, habían asegurado ventajas en la locación de la escuela. Mantenía estrechas relaciones con los orientales, porque vivía entre ellos en la dirección de Harmony. Todas las familias del lado oeste procedían del Canadá, excepto una, en la que la madre era francesa, e incluía una hija, alta, morena, de quince años, cuya cara profundamente picada de viruelas, expresaba tanto vigor y energía como la de la maestra. Antes de terminar la primera semana rompió a denunciarla. La maestra de nuestra parcialidad. Desgraciadamente el cargo no carecía de fundamento.
Sin embargo, no hizo sino despertar el resentimiento de la maestra. La muchacha francesa persistió en su acusación. Antes de mucho habíase conquistado a la mayoría de los alumnos y después de una abierta ruptura y desafío, abandonó la escuela. La asistencia de alumnos decayó. La maestrita mostróse aún más rígida con los rebeldes occidentales y antes de la expiración del segundo término, cerró la escuela. No obstante ser la profesora más llena de dones que he conocido, resultó un fracaso, porque contrarió el sentido de justicia de aquellos niños, su razonable expectativa de absoluta igualdad en la dirección de la escuela. Cuán profundamente aprendimos que aquella era una escuela pública y que nosotros y nuestros padres teníamos tan buenos títulos a consideración en ella como cualquiera de los demás!
No veo necesidad de distinguir la justicia corriente de la justicia ideal, como lo hizo Mr. Sidgwick al analizar la palabra en su Método de la ética. Cree él que la justicia corriente consiste en armonizar con la 238 239 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.