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Mañana cuando el señor Suárez sea huésped de la República en el Palacio de la Carrera, hablará con redoblado orgullo de la choza de Bello, de la cabaña mísera que es palacio también, porque sobre ella caen los resplandores de un nombre ilustre y de los honores magnos con que la patria corona a ciertas vidas. un gran poeta TABLEAU (AURELIO DE CASTRO)
De El Pueblo, de Barranquilla. Bello se llamaba Hatoviejo y era un pueblucho paupérrimo, a pocos kilómetros de Medellin. Cuando Marco Fidel Suárez se reveló en el Centenario de Bello, le cambiaron a Hatoviejo el nombre y lo llamaron Bello ¿Por qué no Suárezi Porque en esa tierra pareció quizá elogio desmedido, para un hombre vivo, semejante honor. Prefirieron el reflejo de la gloria de Bello sobre la frente del entonces joven Suárez a ahogarlo con oleadas de incienso. quizá seria el mismo joven quien rechazó la honra de la sus.
titución. Hoy ese pueblucho como si la gloriosa figura de su hijo le atrajera la prosperidad es un pueblo de más de 000 habitantes y en su juris.
dicción radica la fabrica de hilados y tejidos más importante de la República y el mayor elemento de propaganda del cultivo del algodón en ese activisimo Departamento. EREMITA Oh Poeta, las almas te escuchan. Habla! Impera!
Echa atrás, con un gesto, tu oscura cabellera, Como la de un felino soberbio sobre cuya Cerviz pasa una mano femenina, la tuya, desatando en ondas el verso hecho de lumbre, Haz flotar sobre el pueblo, como desde una cumbre, La noche en tu melena, y en tu palabra el dia!
La turba está en silencio y tu ademán espia.
Una anécdota reſerente a Lord Salisbury, cuando estaba al frente del Gobierno de Inglaterra, enseña lo medido que debe ser un gobernante en sus palabras.
Un día en que el citado estadista debía pronunciar un discurso en un mitin público, un amigo suyo le encontró muy pensativo en su despacho. Supongo que está usted pensando lo que va a decir esta tarde le dijo el amigo. No, todo lo contrario replicó Lord Salisbury. estoy pensando lo que no debo decir.
206 ¿Por qué callas? Levántate, y una vez más entona La rimada parábola que arrulla y que alecciona.
Ofrece melancólicos desfiles de camellos los fatuos que sólo saben reir; a aquellos Que vegetan e ignoran la abnegación serena, Muéstrales la aureola del mártir en la arena; Al burgués que prospera sin recordar los males Que lo imploran, enséñale, tendido en sus umbrales, El triste can de Anarkos; y al hombre que no sueña, Despliégale en el alma dos alas de cigüeña. Habla. Por qué se inclina tu frente, y tu pupila Escudriña la turba, y en vez de arder, cavila. Vas a truncar de pronto tu dulce apostolado. No, que súbitamente tu sien se ha levantado!
Tus labios se entreabren. y bajo el cielo en calma Es perceptible el vuelo tremente de cada alma Hacia el festin de olvido que apréstanle tus labios 207 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.