los que gustan de los hechos extraordinarios que la Historia acoge con desconfianza, guardan en la casa de Napoleón la alfombra con la efigie de Aquiles so bre la cual nació el héroe.
Cuando, en pleno esplendor del Imperio, estuvo en París la nodriza que crió a Napoleón, la madre de éste trató de regalarle la casita gloriosa. El Emperador se opuso a ello y profirió estas palabras memorables. Quiero conservar todo lo que recuerda mi origen obscuro: ello interesa a mi gloria.
En el país de Gales existe el tugurio en que nació Lloyd George, la figura actual de más realce en la democracia europea.
Lloyd George tiene dos hijos: un joven que está en el ejército británico y una linda muchacha de veinte años. Lloyd George es viudo.
Los hijos del eminente estadista inglés se han educado en medio culto. El joven es un «gentleman por los modales, por la instrucción, por todo lo que constituye al caballero. La señorita Lloyd George es tipo encantador de la «lady» seductora y amable. sus hijos ha enseñado Lloyd George a enorgullecerse de su origen plebeyo y, más que pobre, miserable.
Un día, tratando en augusto Consejo de la corona británica algún asunto del país de Gales, se expresó Lloyd George de este modo. Cuando trabajaba yo con mi tío el zapatero.
Napoleón dijo en una reunión de soberanos. Venía yo entonces de mi paga de Teniente del ejército francés.
Loubet nació también en una pobre casita de Montelimar. Su madre le educó con lo que ganaba haciendo turrón. Rodeado de los esplendores del Eliseo y de Rambouillet, Loubet, Presidente de Francia, se extasiaba en recordar los días de su infancia desvalida.
Estando en Copenhague, huésped halagado del Rey de Dinamarca, tuvo Loubet el placer de oir al Rey Cristián, en una comida de corte, brindar por «madame Loubet, la noble mujer que dió a Francia un hijo ilustre.
Recuerdo todo esto en honor de la choza en que nació en Bello, Departamento de Antioquia, el señor don Marco Fidel Suárez. Este conserva su pobre rancho, cuya pobreza reclama como el título más auténtico que en medio de la ilustración que brilla sobre su nombre tiene para merecer el respeto y el cariño del pueblo colombiano.
Nadie ha escrito todavía la historia del ciudadano esclarecido a quien el partido conservador eligió Presidente de Colombia el día 1o de febrero de 1918.
Somos pocos los que conocemos cuán difíciles fueron la niñez y la adolescencia del hombre que de su inteligencia hizo pica para labrar su senda y de su honradez fanal para iluminarla.
Solo se levantó el señor Suárez. Estudió con ahinco en medio de las preocupaciones de la pobreza. Paso a paso fué ascendiendo y no hubo en el triunfo alguno que no respaldase la estimación pública. Ha llegado a la cumbre con su túnica blanca sin máculas y sin rasgaduras: los zarzales de la ingratitud no le han herido.
Es varón consular y la injusticia se ha estrellado contra la filosofia cristiana que llena el espíritu iluminado del demócrata ilustre.
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