servadora, y se alzó una tribuna, que fué ocupada, sucesivamente, por los Senadores doctores Alejandro García y Jorge Roa, por los representantes doctor Francisco Insignares y Jesús Yepes, por el Delegado de los universitarios, señor Rafael Tafur Guerrero, y por el señor doctor Abraham Afanador.
Entre aclamaciones de la enorme multitud, que continuó en la calle no obstante el tenaz aguacero, subió a la tribuna el señor Suárez, quien con voz clara y robusta dió lectura al siguiente discurso: Señores: Las manifestaciones que os habéis dignado hacerme, en nombre de esta respetable congregación de copartidarios, son tan honrosas para mí, como halagüeñas para nuestra comunidad política. Honrosas, porque están abonadas por una gran suma de inteligencia, ilustración y patriotismo; halagüeñas, porque forman una armonía en que se mezclan la aprobación de la experiencia, el estímulo de un poderoso apoyo, y los juveniles votos de una voz del porvenir.
Recibid, pues, y reciban todos vuestros compañeros la más efusiva acción de gracias de que soy capaz por el honor que en la persona de este copartidario tributáis al partido conservador unido.
Perteneciendo a ese partido, profesamos los principios de libertad, justicia y orden, que en el fondo son una misma cosa, según lo enseñó uno de nuestros conductores más sabios. Cuando nos digan que en nuestra comunidad bullen ideas de absolutismo y que con nuestros intentos se mezclan planes hostiles a la libertad y al honor, oigamos esas afirmaciones como si fueran «delirios de enfermo. El suelo de Colombia es estéril para la simiente de la arbitrariedad. Nuestro programa es, por el contrario, el de la libertad cristiana. La hora presente sería, además, la menos a propósito para hacer traición a las instituciones democráticas. sobre todo, el pueblo colombiano exige de nosotros que olvidemos siquiera transitoriamente, las cuestiones más teóricas, para aplicarnos a observar la ley, a respetar el derecho y a trabajar por la paz y el bienestar nacional con la solicitud con que un buen hijo mira por la salud de su madre.
Estos días, con sus peligros que inquietan el ánimo y con sus celajes que a veces lo confortan, debieran dedicarse a obrar más bien que a discutir; debieran ser días de reflexión y cordura y no de exageraciones apasionadas, de trabajo y no de agitación estéril, de reconciliación fraternal y no de resentimientos y querellas.
Ellos deberían ser colmados no con luchas de partido sino con un grande esfuerzo nacional en favor de Colombia y en defensa de Colombia. En presencia de ésta, todo debería inclinarse, olvidarse y posponerse, a fin de que la República resultara preferida, atendida y exaltada por el amor y el respeto de sus hijos. No hay sacrificio que no sea obligatorio en obsequio del bien común, de suerte que sobre el culto de la Patria, sólo ha de ponerse el culto al divino Centro de donde descienden para los hombres y para los pueblos la luz, la fortaleza la humanidad.
Nuestra Unión tiene, pues, como programa la libertad en el orden y como fin el progreso por medio de la reconciliación y la concordia. Ella, ante todo, ha de procurar la armonía entre nuestros copartidarios, a quienes llamamos incesantemente, sin ponerles más 196 197 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.