que se llama la radioactividad no es sino la desagregación de los átomos. En virtud de esta desagregación un elemento se descompone en varios otros. No digamos se transmuta, porque en realidad un elemento no se transforma en otro.
Cada átomo nos aparece como una especie de sistema solar, con su sol (o electron positivo. sus planetas (magnétones o torbellinos de eléctrones negativos)
y sus cometas (eléctrones libres, que obedecen a las mismas leyes de los movimientos de las moléculas ga seosas y que hacen conductores a los metales. El átomo es un mundo complejo, pero un mundo casi cerrado: las perturbaciones exteriores no parecen influir en lo que se pasa dentro.
Lo que decíamos hace algunos años comentando el discurso del físico Gustavo Jaumann al tomar posesión del Rectorado de la Escuela Politécnica de Brünn: Abandonando la forma integral del principio de conservación de la energía y aceptando la forma diferencial, se salvan todas aquellas dificultades que el mismo Henri Poincaré no supo vencer y que hicieron creer a ciertos sabios llegada la hora del ocaso de las más fecundas concepciones del siglo xix. La validez del principio de la energía es incontestable. Los fenó.
menos de radioactividad, mejor estudiados, suministran una sorprendente nueva confirmación. La teoría de la estabilidad de los sistemas planetarios, hoy bien cimentada, asegura una duración indefinida a la evolución física e intelectual de la humanidad.
Al cabo de un siglo de descubrimientos en el mundo de la mecánica, del calor, de la luz, de la electricidad, hemos llegado al estudio de la radioactividad de la materia, tan mal concebida al principio por Le Bon. lo que nos había parecido misterioso hace apenas 50 años, se nos muestra ya claramente. El estudio de la radioactividad nos va a llevar seguros a la realización de la soñada «transmutación de los elementos.
En ello estaba hace poco Ramsay cuando lo sorprendió la muerte (V. Eos Nº 21. La ley de la atracción universal, de Newton, la ley de la conservación de la materia o de la energía, de Lavoisier y Mayer, la ley de la constitución corpuscular de todo lo que existe, de Avogadro, ahí está lo que de mejor sabemos acerca del mundo físico. es una dicha asistir hoy, al cabo de tantos años, a la consagración de esos principios: la nueva expresión de lo que se llama masa mecánica, aclara y precisa el sentido de la ley de Newton; el estudio de los fenómenos de transmutación (degradación e integración materiales)
a que nos ha llevado el descubrimiento del radio, fija el concepto de la conservación de la materia; las teorías actuales sobre la constitución de los sólidos y de los fluidos (de Clausius, de Arrhenuis, Van Hoff, Kelvin, etc. universalizan el principio de Avogadro, que abarca tanto el mundo de los átomos elementales como el de las nebulosas inconmensurables.
En Renovación. En el correspondiente al 10 de septiembre de 1912 dimos algunas de las principales conclusiones del discurso, tan comentado, del 159 158 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.