proseguidas durante varias decenas de años y que han concluido en la demostración definitiva de la existencia de dos órganos de sentidos bien determinados en el laberinto del oído: el sentido geométrico y el sentido aritmético, sentidos generales a los cuales debemos la facultad de orientarnos en el tiempo y en el espacio y el origen de nuestros conceptos del tiempo, del espacio y del número.
La historia de los descubrimientos científicos que, por su esencia misma, no están destinados a aplicaciones prácticas inmediatas, ofrece gran interés para la psicología de la ciencia o, mejor dicho, de los sabios que, en un grado cualquiera, han contribuído a su creación o a su desarrollo ulterior. Ella ilumina al mismo tiempo con viva luz la psicologia de los adversarios de todo gran descubrimiento, que hacen oposición sistemática y obstruyen las vías de propagación de las teorías nuevas, aun cuando estén basadas en pruebas experimentales indiscutibles, y obstaculizan así la marcha victoriosa de la ciencia hacia la verdad.
Los errores son contagiosos, como las enfermedades; se propagan como las noticias falsas, con velocidad de rayo, y es difícil disiparlos. La salud, ella, no es contagiosa: el restablecimiento de la verdad no se abre campo y no triunfa sino después de largos combates.
El descubrimiento de dos sentidos matemáticos en el oído ha demostrado cuán íntimos son los lazos funcionales que conducen a una solución única del problema primordial del conocimiento humano.
La demostración del origen sensorial de las definiciones y axiomas de Euclides, debe forzosamente hacer venirse abajo la doctrina kantiana del apriorismo de nuestros conceptos del tiempo, del espacio y delos axiomas geométricos.
El mismo Helmholtz se dejó arrastrar por Kant y adoptó la extraña concepción de nuestras sensaciones y percepciones como signos o símbolos y no como imágenes reales de los objetos exteriores.
Para un naturalista, reconocer las sensaciones como simples signos de los objetos exteriores, equivale a la negación de la realidad de los objetos que nos rodean.
Sir Oliver Lodge designacomo simplemente grotesca esta idea kantiana que pretende reducir la realidad a simples sensaciones. Las divinidades, agrega, si tienen algo de humoristas, deben reir al ver su creatura, el hombre, desconfiar de los útiles que precisamente le hacen posible ser lo que es. El acuerdo armonioso entre mi teoría de los sentidos del espacio y del tiempo y las concepciones de naturalistas ilustres y de los más grandes filósofos de la humanidad, permite esperar pacientemente la caída definitiva de un conocimiento basado únicamente en la crítica de la razón pura.
Desde Aristóteles, pasando por santo Tomás de Aquino y terminando en Helmholtz, todos los grandes pensadores han considerado el oído como el más intelectual y el más poderoso de todos los sentidos. Para establecerlo definitivamente, ha sido necesario un siglo de indagaciones fisiológicas experimentales.
BA ASTANTES problemas, entre ellos el de la materia y el de la vida, han surgido en el espíritu de los 154 155 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.