con tamaña energía si en su presencia pisotean una rama de limonero, constituyendo los dos parte del gran todo?
composiciones que el contiene. Por consiguiente, no me alcanza el cargo de no haber procedido imparcialmente. Quizá halle, si alguna vez examino el libro entero, el oro que el señor Soler ha hallado, y entonces con mucha complacencia mía lo haré admirar de los lectores de Eos. Por qué razón es Calibán quien lo censura y Ariel quien lo elogia?
Vuelvo a lo de antes: el que se ensoberbece por cuanto posee el dón de rimar, debe hacerlo porque de niño sonreía al quedar dormido entre brazos amorosos.
El rosal estalla en llamas rojas, simplemente porque no puede llorar lágrimas cárdenas como la fucsia.
Perdóneme que me haya empeñado por lo que imagino yo, acaso equivocadamente, los santos intereses del arte, y no me llame, a causa de tan venial pecado, perro, ni tampoco Calibán, ya que en mi deseo no está el agraviar, sino que, por el contrario, soy sencillamente una víctima de la sorpresa de ver un rosal produciendo cardos. Me ha asombrado lo suyo, como a usted le sucediera si en alguna ocasión se hubiese encontrado a Minerva con el mazo de Vulcano y a este olímpico jorobado con el prodigioso casco de oro.
Soy siempre su respetuoso servidor, FRANCISCO SOLER Continúa perturbado el juicio de los señores del Comité de redacción de Ahtenea que se empeñan en no entender lo que he escrito.
Hice el análisis del soneto Tu queja para demostrar que no era sorbo de belleza pura, y lo hice en un tono que no es precisamente el de la bilis; juzgué y condené el «bochornoso párrafo. por las razones que ya expuse, severamente, pero sin bilis; se tergiversaron en Athenea mis conceptos, y rectifiqué con suma claridad en La Prensa Libre, y ahora viene el señor de Triana a escribir como si no hubiera leído lo que en el asun to se ha escrito. Si él quisiera leer esas publicaciones, sin duda, reharía su artículo.
Dicen que quien padece de ictericia todo lo ve amarillo. El público lector no ha visto bilis en mis artículos; en cambio la ha visto el señor de Triana.
Aquél ha hallado justiciera mi censura y biliosas otras publicaciones que, en el desconcierto producido por mi crítica, han sido mal dirigidas.
Mi primera crítica fue muy regocijada; la segunda no tanto, pero no fué biliosa; de donde puedo deducir que el señor de Triana no las ha leído, o no distingue de colores, o padece de daltonismo.
Agradezco como se debe la condicional invitación Alajuela, 22 de febrero de 1918.
PASTORALES JACINTOS De este libro de versos no he criticado sino el soneto publicado por Athenea, y no conozco las otras 122 123 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.