Roberto Brenes Mesén

Palabras de un profano Apolo hacia la belleza y era bello.
CHOCANO Señor don ROBERTO BRENES MESEN.
Respetado señor: Nada tan triste en los quietos días grises, como pensar que el sol que pasa tras las nubes espesas es el mismo que prestigia las mañanas de gloria. pocas cosas causan más dolor en las luchas del arte y del ideal, como ver al hombre de valía empañar los cristales de su casa intelectual con el vaho de la vanidad, hasta el punto de que la opacidad igualitaria le impida distinguir cuáles son sus vicios y cuáles sus virtudes.
Por eso, señor de todo mi respeto, hoy que lo veo bajar desde la cumbre de su apostolado de una religión llena de intima poesía, hasta el abismo de la injuria. deprimido por la soberbia, disminuído por la vanidad. he sufrido la tristeza de los días apizarrados en que el mismo sol de las mañanas resplandecientes, pone tonos de esfumino en las cosas y sobre las almas la pasividad del agua en remanso.
Envanecerse y hasta ensoberbecerse. por cuanto 118 hemos traído el privilegio de dominar las palabras a fin de mantener en circulación las ideas que pertenecen al dominio de todos, es tan incauto como lo sería el hecho de que un hombre se enorgulleciera de saber que sonreía al dormirse cuando era niño. La belleza está en todo, como que es vida. no es menos trascendental cuando toma por alas los labios de un niño que duerme, que cuando pasea arrogante y poderosa por entre la arboleda secular de los exámetros de un ciego inmortal que glorificó una época y regocija al mundo todavía.
Es verdad que con usted, señor, no se ha procedido imparcialmente en este caso, pues bien sabemos que si sus PASTORALES JACINTOS no son oro sin cuarzo, tampoco son tierra sin oro. Hay, según mi humilde y profano entender, en sus recientes páginas, arte para contentar los gustos más diversos; y por ende, materia de enojo para todos, ya que sobre el haz de la tierra los que se complacen oyendo el caramillo de los pastores que se cubrían con pieles de ovejas vírgenes, suelen atormentarse con el sonoro tremor de las arpas. Hé aquí, pues, por qué creo que se le ha tratado con rigor injusto al censurar las notas que disonaron en el oído del crítico, y no hacer a la vez el elogio de los registros que lo transportaron al jardín de los sueños siempre en flor.
Pero esto no autoriza a usted para llamar perro a nadie y menos a un viejo cargado de ejecutorias que lo blindan contra el irrespeto.
Muchas veces se ha comparado a los poetas con los rosales. Dentro de la sabia armonía del universo, no 119 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.