sino también en la de mujeres y niños inocentes y pobres indefensos; y que, frustrados sus propósitos, pero no derrotado aún, ha acabado por convertirse en enemigo común de las cuatro quintas partes del mundo. Esa potencia no es el pueblo alemán. Nada tenemos que ver con el hecho de que ese gran pueblo haya caído bajo su cetro o sometídose a sus caprichos, a la dominación de su propósito; pero sí es de nuestra incumbencia procurar que la historia del resto del mundo no dependa en lo sucesivo de él.
Negociar con una potencia así, valiéndose de métodos pacíficos, según el plan propuesto por Su Santidad, implicaría, hasta donde es posible prever, el acrecentamiento de su fuerza y la reincidencia de su política; haría necesaria una combinac ón hostil y permanente de las naciones contra el pueblo alemán, que es su instrumento; equivaldría a abandonar la Rusia libre a la intriga, a maniobras múltiples y arteras, a.
una contrarrevolución irremediable, que se tratarían de llevar a cabo por medio de las maléficas influencias a que el Gobierno alemán, como el mundo sabe, ecurre de continuo. Puede la paz basarse en una restauración de tal potencia, o en la palabra de honor que ella empeñara en cualquier tratado?
Los estadistas responsables de todas las naciones.
deben haber llegado hoy a la conclusión, si no llegaron antes, de que ninguna paz puede ser estable mientras esté basada en restricción política o económica que tienda a favorecer a unas naciones y perjudicar o entorpecer el desenvolvimiento de otras; o en venganzas, mala intención o agravio premeditado alguno. El pueblo americano ha sufrido ofensas intolerables del Gobierno Imperial alemán, pero no desea tomar represalias contra el pueblo alemán, quien también ha sufrido toda suerte de vejaciones en esta guerra que él no quiso. Cree que la paz debe basarse en los derechos de los pueblos, no en los derechos de los Gobiernos; los derechos de las naciones, grandes o pequeñas, débiles o fuertes; su igualdad de derecho a la libertad, a la integridad, como a gobernarse por sí mismas, y a participar por modo equitativo de las facilidades económicas del mundo; incluso, por supuesto, el pueblo alemán, si éste acepta el principio de igualdad en vez de aspirar a la dominación.
La prueba, por tanto, a que toda proposición de paz ha de someterse es. Se halla basada en la lealdad de todos los pueblos en ella interesados, o únicamente en la palabra de un Gobierno intrigante y ambicioso, por una parte, y un grupo de pueblos libres, por la otra?
Esta prueba alcanza hasta las raíces mismas de la cuestión; y es la prueba que debe ser exigida.
Los propósitos que los Estados Unidos persiguen en esta guerra son conocidos del mundo entero de todos los pueblos a quienes les ha sido permitido conocer la verdad. No es necesario volverlos a enumerar.
No buscamos ventajas materiales de ninguna especie.
Creemos que los males intolerables causados en esta guerra por la desenfrenada y brutal potencia del Gobierno imperial Alemán deben ser reparados, pero no a expensas de la soberanía de ningún pueblo. más bien como reivindicación de la soberanía de los débiles, al igual que los fuertes. Todo destrozo punitivo, desmembramiento de Imperios, establecimiento de ligas económicas con miras egoístas o de exclusivismo, lo 52 53 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.