Este segundo objetivo no podemos, por supuesto, alcanzarlo hasta que hayamos realizado el primero.
Pero el primero o sea hacer cesar las hostilidades, y firmar un tratado no sería sino un muy precario y transitorio armisticio, de no constituir una salvaguardia durable y adecuada contra toda posibilidad de nuevos conflictos.
No forma parte de nuestros propósitos en este movimiento, según entiendo y dentro de mi esſera de acción, recorrer el país, bandera en mano y a toque de clarín, o por decir así incitando el ardor bélico de la nación. El pueblo británico no necesita de estimulantes. Su decisión es firme, prefiere continuar dando sin escatimar su sangre y sus tesoros, a permitir que los ircalculables sacrificios que él y sus aliados, grandes y pequeños, han hecho, sean inútiles. No, es precisamente porque miramos, a través de las nubes de humo de los campos de batalla, los ideales que nos obligaron a entrar en guerra, por lo que creemos necesario que esos fines sean claramente expuestos, con exactitud, recalcándolos y si el caso se presenta volviendo a recalcarlos. Espero, en consecuencia, que se me perdonará si, al poner de mi parte lo que puedo para la realización de esta tarea, os parece que repito de vez en cuando mis argumentos.
Ojalá pudiera decir lo mismo de las declaraciones, inspiradas o no, de los jefes y escritores que actúan por el momento como distinguidos expositores de la política alemana. Cuáles son las circunstancias del caso por lo que a ellos se refiere? Meses ha, en los primeros días del régimen del nuevo Canciller, que debió su ascenso al triunfo del bando militar en los consejos privados del Emperador, la mayoría del Reichstag concertó una serie mal combinada de fórmulas que fueron lanzadas al mundo con el nombre de «resolución de paz. Puesta al debate en la Cámara de los Comunes, se notó cierta tendencia entre algunos grupos a considerarla, si no como negociaciones de paz, al menos como unas hojas de la rama de olivo.
Me permití, en tal ocasión, decir que compartía las dudas que el Canciller en persona parecía abrigar acerca de si él, o nosotros, o alguien en el mundo, entendía lo que en realidad quería decir aquella resolución.
Escepticismo que los acontecimientos han venido ya a justificar, pues los mismos partidos alemanes no han cesado desde entonces de discutir acaloradamente sobre cuál ha de ser la interpretación correcta. La confusión creció al publicar el Canciller su respuesta subsecuente a la Nota del Papa.
No dudo que haya en Alemania, como de hecho hay en Austria, verdaderos y generales deseos de paz. En el Reichstag mismo, con todo y ser tan pocos sus poderes, y estar tan divididas sus opiniones, hay indicaciones de una creciente reacción contra los métodos del actual Gobierno. No hay duda que, como lo demuestran los acontecimientos de estos últimos días, ese movimiento es tímido y fácilmente sofocable; sin embargo, existe. Pero, dado el actual estado de cosas, el factor dominante que hay que combatir no es la opinión pública alemana, ni el Parlamento alemán tampoco. Es el Gobierno alemán. Está de veras dispuesto. Es sincero su deseo de paz? Podemos vivir seguros de que el mundo no llegará jamás a la paz mientras dicho Gobierno se conserve dentro de ese ambiente de equi48 49 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.