lodazales y pantanos de Virginia; pero sus tropas jamás tuvieron que resistir días y noches enteros en verdaderas marismas, azotadas por el fulminante fragor de artillerías poderosísimas, para tener luego que lanzarse al combate por terrenos llenos de toda suerte de barreras, bajo la lluvia torrencial de las ametralladoras. He ahí los obstáculos que nuestras tropas han tenido que vencer. Tuvieron que enfrentarse con el más fuerte ejército del mundo, con hombres expertos en el manejo de las armas y oficiales instruídos de antemano, mientran que los nuestros apenas llevaban unos cuantos meses de instrucción, y nuestros oficiales eran en su mayoría empleados de comercio o procedentes de la industria, de las escuelas y colegios; los Generales del enemigo acostumbrados a manejar enormes.
ejércitos en maniobras, mientras los nuestros, cuando más, habían podido llegar a mandar unos cuantos miles de soldados; y con todo, estos hombres, a pesar de su escasa instrucción militar y la poca ocasión de ejercicios que se les había presentado, están precipitando la derrota de ejércitos veteranos atrincherados en posiciones formidables.
Trataré de referirme someramente a los triunfos que en otros sentidos llevan conquistados. Muy pocas han sido las oportunidades que han tenido en Salónica de conquistarse glorias; llegaron demasiado tarde para salvar a Serbia del desastre, pero afrontaron la malaria del verano y el frío penetrante del invierno, soportándolos con valor y resignación, porque no hay país que haya tenido héroes más animosos y llenos de entusiasmo que los nuestros. En Mesopotamia su heroísmo ha dejado actos inmortales: hay que ver con qué entereza afrontaron los reveses en un principio, la brillante manera como se recobraron del desastre y volvieron a establecer el prestigio de las armas británicas en todo Oriente. En Africa, a través de condiciones clima.
tológicas sumamente difíciles, por doquiera se han portado estos hombres de una manera que honra al gran país donde nacieron y tiende a dar mayor esplendor a la gloria del gran ejército en que sirven.
No es llegado aún el momento de señalar o clasificar hazañas personales. Terminada la tarea que nos tenemos impuesta, cuando las disputas hayan desaparecido ya de la balanza y podamos apreciar el mérito de la obra alcanzada, cada individuo recibirá, conforme a las tradiciones de nuestro Parlamento, la recompensa que se merece. La Cámara espera, sin duda, que yo diga aquí algo acerca de dos o tres de las figuras más conspicuas de la contienda. Creo de mi deber mencionar desde luego al Generalísimo de nuestro antiguo ejército; así como a dos, cuando menos, de entre los muchos del nuevo ejército, que tantas dificultades ha vencido por ahora: al General Sir Douglas Haig y al General Maude. No me considero competente para expresar en este sentido una opinión acerca de los triunfos logrados por estos grandes soldados. Por consiguiente, si la Cámara me lo permite, voy a citar la autorizada opinión de uno de los miembros más insignes de nuestro Estado Mayor Imperial respecto a estos tres grandes Generales. Con respecto a Lord French, ha dicho. La nación no podrá olvidar los servicios prestados por Lord French, pues ha desplegado un valor invencible, serenidad y gran perspicacia en circunstancias que por el momento42 43 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.