la Gran Bretaña estaría en estos momentos bloqueada por un cerco de máquinas infernales ancladas alrededor de sus costas. Sin embargo, sus servicios no se han limitado a esto. Por doquiera se les ve en los mares, de patrulla, protegiendo barcos, no únicamente en torno de las Islas británicas. Recorren también el Mediterráneo. No hay duda que se han hecho acreedores a nuestra más sincera gratitud.
Para dar a la Cámara una idea de los peligros que estos hombres corren, citaré a continuación un caso que me fué referido en el Almirantazgo. Uno de esos remolcadores se ve atacado de pronto por un submarino alemán. pesar de que sólo llevaba un cañón de pulgadas, y de hallarse materialmente asediado por su adversario, se negó a arriar la bandera, aun después de que el patrón había perdido las dos piernas y la mayor parte de la tripulación se hallaban muertos o heridos. Echen los documentos del barco al agua, y a mí tras de ellos. ordenó. cuando los que quedaban con vida insistieron en que los acompañara a la barca en que se alejaron, él se negó, prefiriendo perecer al hundirse el remolcador.
En otra ocasión, un remolcador armado que iba escoltando un convoy de barcos de pesca, se vió atacado por un submarino; asediado, quebrada la botavara mayor, el timón maltrecho y muertos muchos de sus tripulantes, empezó a hundirse, y a pesar de ser remendado varias veces, acabó por irse a pique. Mientras tanto el convoy había llegado a puerto, sano y salvo.
Cabe hacer observar que éstos no son hombres expertos en el arte de la guerra, sino simples pescadores. Esto os dará una idea del espíritu que anima a nuestros marinos, ora se hallen en la armada, ora en la flota mercante o en la de pescadores. Jamás mostraron los marinos británicos, ya en la armada, ya en los servicios auxiliares, más entereza. Jamás habían rendido mayores servicios a su patria o a la humanidad.
Veamos ahora la ayuda con que el ejército ha contribuído. Nuestras fuerzas expedicionarias se componían al principio de la guerra de 160. 000 hombres. Hoy día contamos con más de 000. 000 de hombres, quizás el más estupendo de los hechos que en materia de organización militar se hayan logrado en la historia del mundo. Su realización habría sido materialmente imposible sin el heroísmo y la abnegación del ejercito antiguo. El ejército antiguo, lo mejor de los ejércitos que por entonces existían en el mundo, el mejor instruído, más disciplinado, más físicamente perfecto, salvó a Europa. En la retirada de Mons detuvo el empuje irresistible de las hordas enemigas; en la batalla del Marne ayudó a rechazar al invasor; pero fué muy particularmente en la primera gran batalla de Ypres, una de las batallas más decisivas del mundo, donde, con sin igual tenacidad y abnegación, detuvo durante semanas enteras a fuerzas enemigas superiores, de una manera heroica. El enemigo, superior en número y en material; nuestras tropas carecientes de municiones y artillería pesada, y sin reservas. Echose mano de todo el mundo, caballería, cocineros, aurigas y servidumbre, todos entraron a engrosar las filas; y así, merced al esfuerzo individual y colectivo a la vez de oficiales y soldados, obedientes a una disciplina inflexible y a la firme determinación de vencer, el ejército resistió por fin, y nos salvó de un desastre.
39 38 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.