geómetra, trazó la imaginación pupular la aureola del gran capitán. La leyenda piadosa que se formaba alrededor de Joffre quería ver en la noble figura del veterano taciturno no solamente al organizador de la victoria, al renovador de la estrategia, sino también al posible conductor de los hombres en una venturosa era de paz y de concordia.
De los pantanos de Masuria, de la ocupación de Polonia, surgió en Hindenburg el héroe legendario que había menester la credulidad alemana. Los psicólogos de Berlín comprendieron sin duda la importancia de crear el hombre superior y procedieron con presteza a realzar, en la imaginación del pueblo, el efecto de victorias pasajeras con procederes que tienen a un mismo tiempo de lo elemental y lo grotesco. La estatua de madera tallada en formas colosales que representaba al vencedor en los tremedales de la Prusia Oriental, fué erigida con el objeto de hacer cristalizar en la mente del pueblo la noción del hombre superior. Con respeto supersticioso se acercaban los fieles del nuevo culto a insertar un clavo «moyennant finance» en la pomposa imagen. medida que se eriza de clavos el simulacro, desaparecen los contornos del individuo que se había de consagrar en efigie al culto de las multitudes, y a medida que los rasgos de la figura se van borrando en la estatua, va desapareciendo también el prestigio del viejo mariscal, que prevalece en la mente de sus compatriotas más bien como hombre de buen humor que como militar avezado.
El pueblo italiano ha sido más cauto. Los continuadores de la historia de Roma son hombres prácticos; cultivan en la mente ppular el recuerdo de los muertos, deifican a Cavour y a Garibaldi, pero se guardan de exaltar inmoderadamente a los vivos, con la natural circunspección de hombres de mundo.
Por otra parte, el general italiano tiene de las realidades inmediatas un sentido muy fino para consentir en que el gobierno le ponga en efigie y le destine a ser enclavado sin misericordia por los admiradores dispuestos a gastar una lira. Cadorna ha debido sonreir interiormente con un dejo de amargura al pensar en las torturas mentales por que ha debido pasar su colega Hindenburg antes de someterse a la grotesca inventiva de los psicólogos berlineses. El hombre que ha de venir» demora penosamente su llegada. Una teoría muy favorecida por los filósofos de farmacia, sostenía antes de ahora, para consolarnos de la carencia de tipos excelsos en las diversas razas, que las circunstancias no exigían la presencia del hombre supremo. Al variar las condiciones de vida, o sea con el advenimiento de los tiempos heroicos, cada pueblo produciría espontáneamente las unidades de selección ansiada por las turbas; se nos decía que Napoleón y Garibaldi eran productos naturales de la raza y del momento, traídos a la vida y al escenario en que llenaron su papel inverosímil. por una serie de fenómenos sociales que era fácil reconstruir con los documentos a la vista. Había un dejo de las teorías de Taine en esta filosofia infantil. según la cual el tiempo y las circunstancias producían un César o un Carlos XII, así como las eras bien avanzadas producen rosas de magnitud y colores extraordinarios. Sin embargo, las teorías de Taine, en cuanto sean aplicables a determinado género de fenómenos, pueden explicar la psico367 366 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.