Vida adentro 20 de Diciembre de 1913. Gracias a Dios que al fin puedo volver a mi cuaderno. Casi un mes sin contarle nada! Pero no es posible: hay épocas en que pareciera que una mole gigantesca pesara sobre nosotros, sin permitirnos apenas llenar las necesidades más urgentes. Tal ha sido ésta que acabamos de pasar: la política es algo que pesa sobre todos, aun sobre aquellos que tienen la cordura de huir de ella; aun sobre las mujeres a quienes se creería exentas de sus molestias. no admito la socorrida tonada de que nadie nos mete en esos laberintos, porque si bien es cierto que algunas se salen de su centro, no debe juzgarse por ellas a la generalidad. Es que hay cosas que por su naturaleza afectan al más impávido, y la política abunda en hechos de esta clase. Si ella fuera un torneo decente, una lucha de ideales, donde las buenas plumas tuvieran ocasión de lucir sus habilidades, y las buenas cabezas su talento, sería un espectáculo muy agradable y hasta edificante; algo así como un campeonato, donde, el que vence, vence con gloria, y el perdidoso digiere filosóficamente su derrota, porque sabe que no le va en ello su honor, cuando más, ve deslucirse un poco su fama de político, mientras llega la ocasión de restituirla su brillo; donde los espectadores siguen las peripecias: de la lucha, con zozubra es cierto, porque cada uno tiene su protegido, pero sin sentir ese rencor sordo, ese despertar de pasiones provocado por las injusticias, las bajezas, las infamias de que está tramada la política. Pues bien, si, como creo, las mujeres tenemos la propiedad de sentir más hondamente que los hombres, es lógico que no hemos de permanecer impasibles ante hechos que afectan a los nuestros, ya que somos hechas de tal manera, que nos preocupa más la suerte de ellos que la propia: que se está alegre, cuando se les ve dichosos, y nos roban la calma, cuando sufren. Estamos tan acostumbradas a ver a los hombres desafiar soberbios la desgracia, que no podemos resistir el espectáculo de un hombre abatido. Qué madre no daría gustosa cuánto tiene por libertar a su hijo de las torturas y el calabozo. Qué hermana no se desalienta cuando su hermano la abraza al partir, obligado por las persecuciones. No es a la esposa a quien afecta más.
directamente la suerte del marido? Si él falta įno es ella la que tiene que ingeniarse para atender convenientemente a los hijos. todavía pretenden que las mujeres permanezcamos tranquilas, so pretexto de que no debemos invadir el campo de los hombres. Bien está que la educación se encargue de marcarnos el límite, pero el diapasón de nuestra sensibilidad, vibrará siempre de acuerdo con su calidad y con el choque recibido. Continuard. UMA Solicítese EOS RENOVACIÓN donde nuestro agente Ramón Méndez, en Alajuela.
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