verdadero, se autorizaran emisiones de papel sin garantía metálica, toda la economía nacional sufriría un trastorno tan profundo, que vendría la verdadera crisis de que quizás no podríamos salir en un siglo.
Las leyes económicas son ineludibles: se realizan a pesar nuestro; y aunque la voluntad humana puede tener capacidad bastante para modificar los matices de sus efectos, mas nunca su esencia, hay consecuencias que se sustraen en lo absoluto al poder de los políticos y de las grandes asociaciones. El poder más tiránico que pueda concebirse, el gobierno más absoluto, será impotente para impedir, no obstante sus sanciones y sus decretos, que las mercaderías suban de precio cuando el valor de la moneda que se da en cambio de ellas decrece. Será impotente también para dar al papel que emite y hace circular a la fuerza, el valor de que carece.
La experiencia, con sus rudas lecciones, ha venido a demostrar cuán peligroso es abusar del crédito bancario. Todo lo que con éste se relaciona, repercute infaliblemente sobre la moneda. por eso es práctica constante de sana política económica, que el gobierno no abuse de su autoridad obligando a los bancos a hacer emisiones inconsideradas de billetes ingarantizados para sacarle de sus apuros. Al final de cuentas, esas emisiones lo son, en realidad, de moneda convencional, de redención indefinidamente aplazada.
Si existiera algún sistema en cuya virtud esas emisiones pudiesen contenerse dentro de los límites justos, los daños que acarrean serían muy menguados. Pero, precisamente, lo difícil, por no decir imposible, con258 siste en saber refrenarse. Una emisión exige otra porque la depreciación del papel trae por consecuencia una necesidad imperiosa de más papel.
Cierto que el régimen papelista, en medio del inmenso cortejo de males que acarrea a un país, le trae también ventajas; pero son éstas de tal naturaleza, que sus beneficios jamás llegan a compensar ni a borrar los daños producidos, y las huellas de éstos quedan indelebles por siglos. La primera ventaja que produce es un aliento a la industria, que, por virtud del alto cambio sobre la moneda internacional, obtiene un proteccionismo natural, y aquella ventaja sirve a manera de prima a la producción autóctona. Mas para que semejante beneficio sea posible, precisa cierto desarrollo industrial y técnico que estamos muy lejos de haber alcanzado. Cómo haríamos, por ejemplo, para implantar entre nosotros las industrias textiles, las manufactureras del metal, etc? En virtud de la ley económica de la especialización geográfica del trabajo, nos hemos dedicado casi exclusivamente al café. vamos a cambiar nuestro cultivo principal por el del algodón, por ejemplo. Qué haremos entonces con los enormes capitales invertidos en aquella industria, que precisamente sería quizás la más favorecida a la sombra del alto cambio. Cómo implantar las maquinarias para la manufactura metalurgica? No exigirá todo esto enormes capitales que seguramente no hallaríamos en el exterior porque los capitales emigran hacia los países atacados de anemia conica?
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