Vida adentro Una mujer bien educada no tiene que hacer más que una cosa. cuidar su honor. En el siglo XVII, en la época de las «preciosas ridículas. Bossuet hace notar que las mujeres son capaces de instruirse, pero que no lo son de soportar la ciencia. Jamás la iglesia estimuló el desarrollo integral de la mujer, y si hay hoy feministas cristianas, esto nos confirma una vez más, que la iglesia cuando no puede detener un movimiento, se esfuerza en ser bastante hábil para entrar en él; ya en la plaza, puede bien ver lo que se hace, e intervenir oportunamente.
Las palabras de Bossuet, que encontraron en la época en que las pronunció, una justificación evidente, son todavía, en cierto sentido, de actualidad. La instrucción de la mujer se ha ensanchado, en todos los grados; pero aun donde es universitaria, conserva algo de ornamental. Se ocupan de las ciencias, las mujeres, como de la virtuosidad musical; satisfacen una pasión o un gusto, mientras llega la pasión esencial, en la que se pierden, la pasión del amor. No hacen ellas entrar la vida en lo que estudian, ni más tarde hacen entrar en la vida lo que han logrado aprender. Conocí una mujer que proveía a su subsistencia dando clases de historia y que consagraba sus horas de libertad a la propaganda de una reforma social; siempre en el pasado o en el porvenir, no lograba adaptarse al presente, vivía desorbitada en su propia familia y en todos los medios sociales que frecuentaba. Estaba sin embargo unificada moralmente, lo que es bastante raro en las mujeres, cuya existencia está a menudo dividida en compartimentos cerrados. Continuará. 246 12 de Noviembre 1913.
Ayer al abrir la puerta encontró la sirviente el último número de Renovación, dedicado a Billo. Trae en la primera plana su retrato y luego una serie de composiciones suyas en prosa y en verso.
Trabajo me costó no entregarme inmediatamente a su lectura, pues tenía la seguridad de hallar algo muy bueno. Pero como el que va a conocer una obra de arte siente especial placer en hacerse acompañar por alguien que sea capaz de comprenderla iy es tan linda esa comunión de almas. aplacé la lectura para después del almuerzo, hora que consagramos a estar en familia. empezó a leer: Río y Mar. Una poesía magnífica dedicada a la juventud, y, como todas las de Zeledón, de mucha enseñanza. Porque, justo es declararlo, nació maestro; pero maestro de los que robustecen sus enseñanzas con el ejemplo, de los que al hablar pueden dar valor a sus palabras, pues no acostumbran traicionarlas con los hechos; que lo que escriben es una profesión de fe, y no se parecen a los actores de los teatros, que para el público están muertos y hasta enterrados, porque a esa altura va la representación del drama, y a quienes encontraría tal vez saboreando una cerveza el curioso que lograra colarse entre bastidores.
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