que pertenezcan quizá a la misma familia. Pueden obtenerse por menor precio otras de mérito no inferior.
Sería muy agradable leer a Sienkiewicz en el original; sin duda que allí encontraríamos mucho intraducible y sin equivalente; pero es igualmente grato leer un gran artista alemán en su propia lengua, y es mucho más fácil aprender la manera de gozarlo. Todo lo que he dicho acerca del estudio del latín, ha sido con referencia a su costo relativo. Admirando el griego mucho más que el latin, extendería, sin embargo, en mayor grado cualquiera expresión en contra del estudio del griego. Si un joven pudiera aprender este idioma en el mismo tiempo que el alemán, insistiría inmediatamente por el estudio obligatorio del griego como requisito de admisión. Tratándose del latín, por el cual pagué mi tributo largos años ha, y siendo ahora demasiado tarde para recobrarlo aplicándolo a cualquier otro objeto, me regocijo de lo que he alcanzado, por pequeño que sea. Porque es único. Sobre todos los escritores latinos Horacio es sui generis y llega a apoderarse del hombre en quien produce la primera impresión. Más aún; no niego en absoluto que haya utilidad práctica en el dominio así sea deficiente del idioma. El oro es siempre oro, aun cuando se arranque en granos minúsculos de una lámina resistente. No quisiera ser juzgado como detractor del mérito de los clásicos latinos en el original. Pero, de la misma manera que pasa con el griego, el hecho ominoso es que un gran porcentaje de estudiantes no adquiere verdaderamente un conocimiento del lenguaje digno de mención. Aprovecharían más, a mi entender, por medio de abundante lectura de buena traducción que por el estudio intenso de pequeños pasajes de las obras de unos cuantos autores. Porque aun cuando se perdería mucho indudablemente en la traducción, se ganaría mucho también de otro lado inevitablemente.
Existe todavía otra consideración que, en mi opinión, es de importancia primordial: el valor del latín con respecto de la instrucción. El profeta de Archey Road dice algo muy profundo cuando manifiesta que nada significa el estudio mientras no sea agradable. los niños les agrada generalmente la geografía y la historia, sobre todo si se les ofrecen adornadas de grabados y de emblemas patrióticos. Les interesa remover el componente viscoso del fango coloreado, les agrada cosquillear el vientre de una rana y observar cómo se rasca; les agrada, en fin, estudiar temas fáciles y entretenidos. Pero hasta los últimos años había tres requisitos disciplinarios de ingreso al liceo, pesados y obscuros para la juventud. Demandaban intenso esfuerzo de memoria, no podían tomarse a la ligera; requerían imaginación. Eran éstos el griego, el latín y las matemáticas, trio más austero e inflexible que ningún otro triunvirato histórico. Como enseñanza, el griego y el latín no son muy diferentes; y aun cuando el griego ha caducado, la calidad de la combinación no ha perdido nada de su fuerza por más que haya disminuído el número de los componentes.
Comparando los dos miembros del trío que subsisten, el latín y las matemáticas, resulta evidente a las inteligencias poco cultivadas que asumen cualidades completamente diversas. Es igualmente imposible detenerse en la idea de que las funciones del uno puedan reemplazarse por las del otro, aun cuando dichas 238 239 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.