para tuberculosos. Piensan que el mal combatido de este modo se reducirá a su menor nocividad, y aprobando las iniciativas que vienen de arriba, colaboran en ellas en relación con sus capacidades.
Por esto, si se afirma que la sociedad está basada en la FUERZA y organizada por la fuerza, encuéntranse múltiples adversarios, aun en el círculo de los más puros materialistas. En vano se les presenta el argumento del sufragio de las mayorías, no se convencen.
Preguntadles cuál es la justicia que reivindican en nombre de la sociedad, y no obtendréis más que contestaciones incoherentes, tejidos de contradicciones y de ilogismos.
La sociedad, a pesar de todo, reposa actualmente sobre la fuerza legitimada si lo queréis, pero siempre fuerza y seguirá así mientras no se combatan los fundamentos en que reposa, para reemplazar el derecho de la fuerza por el derecho relativo a la verdad y a la justicia. Mientras tanto, será engañarse creer que se pueda atenuar el mal: se crean por ejemplo, escuelas para anormales, y de pronto se nota que se pueblan más de lo que se esperaba. Importa menos educar los anormales que impedir que nazcan.
Un capitalista a quien conmuevan el corazón contándole las tristezas de la vida desamparada de los idiotas y los imbéciles, gastará una suma para la apertura de un asilo que abrigue a estos desdichados; pero esta suma la habrá ganado como administrador de una fábrica de seda artificial, por ejemplo, donde centenares de obreras se intoxican cada día con los vapores del éter, y descienden rápidamente hasta la condición del bruto, procreando niños degenerados para siempre!
Nuestra sociedad se compone de explotados y explotadores, y cada explota do aspira a convertirse en explotador, ejerciendo ya las prerrogativas sobre los más débiles que él, antes de llegar a la cima de la jerarquía. Así, en la Edad Media, se era a menudo vasallo y señor a la vez. Las reacciones de los hombres, los unos sobre los otros, parecen producirse automáticamente, tánto, que quisiera uno aplicarles la regla del paralelogramo de las fuerzas.
Las mujeres son unidades en esta lucha de ambiciones y este desencadenamiento de apetitos. Explotadas y explotadoras, son como todos; pero poco importa qué papel llenen, van contadas entre los menores. En la antigüedad romana, en que el padre se consideraba como dueño de su mujer y de sus hijos, ellas no eran personas morales; en la actualidad, cuando se casan, aun siendo personas jurídicas, no pueden ejercer los correspondientes derechos; y en la mayoría de los países no son personas políticas. Se las trata siempre como a niños, aun cuando llenen los deberes y asuman las responsabilidades de jefes de familia. fuerza de haber sido tratadas como niños, las mujeres han conservado los caracteres del niño.
Me acuerdo de haber asistido por primera vez a la Opera cuando tenía ocho o nueve años; no comprendí nada de la trama del espectáculo (se representaba la Flauta Encantada. pero mis ojos de niña del campo se maravillaron de la decoración y de las luces. Me parece que las mujeres quedan toda su vida como los niños a quienes se lleva al teatro, pero a quienes no se les explica, ni el mecanismo del teatro, ni el sentido profundo de las piezas que se representan. Es como si 212 213 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.