intención resultó peregrina, y poco faltó para que un soplo extinguiera la llama sagrada que la señalaba entre los elegidos, en Ramírez tal pretensión, que respondía a exigencias intelectuales explicables cuando se vive en un medio de agitación desquiciador de todo noble ideal, aislado de los centros artísticos inmortales, cara al infortunio social y personal y en pugna con tantos intereses, le hizo perder el intento de una acomodación definitiva en aspiraciones, que condujera a encontrar el centro de la verdadera aptitud, el hallazgo de la forma única que realiza la cristalización de toda una existencia. Ramírez, sin saberlo, diluyó su vigorosa potencialidad de creador al dispersar en tan variadas actividades su vida inteligente: literato, abogado, catedrático, periodista, soldado, gobernante, orador oficial y popular, activo organizador y feroz destructor, polemista, filósofo, conocedor de casi todas las ciencias sociales y puras y. aun exclaustrador de frailes y de monjas.
Las cualidades a que hemos hecho mención, jamás extinguidas en aquella vida, la hicieron apta para realizar muchas de esas actividades con singular acierto. todas ellas pretendió darles la distinción que sublima y hace únicas las obras de los hombres, el toque divino que distingue lo noble de lo mediocre: la originalidad. Que en algunas lo consiguió y en otras no?
Suya no fué la culpa.
Como lírico su producción pobre y con frecuencia carente de sublime inspiración, lo confunde entre otros bien intencionados rimadores obscurecidos definitivamente por el balance de la crítica impersonal e involuntaria, que instintivamente realiza la selección definitiva en las más elevadas manifestaciones del arte.
Su obra literaria más seria, la de polemista y orador, podemos circunscribirla, para nuestro objeto, a dos aspectos esenciales: a sus discursos patrióticos y parlamentarios y a la polénica sostenida con Castelar, aunque bien es verdad que en la conquista del estilo tiene estudios históricos y sociales que son un modelo de prosa, cartas y artículos aislados, de verdadero mérito.
La literatura popular. la más socorrida y la más copiosa de nuestras literaturas, constituye un género de desprestigio y de desahogo para muchas vanidades insatisfechas y necedades contenidas. En ella, sin embargo, Ignacio Ramírez ocupa, sin disputa, el lugar más distinguido, bastándole para ello, si no tuviera otros aciertos, el admirable discurso pronunciado en la Alameda de México el 16 de septiembre de 1861.
Es, sencillamente, un gran discurso patriótico en el que se plantean, con lógica sabia, problemas trascendentes de raza y sociedad aun hoy no resueltos, en el que, con atrevimiento de obsesionado, se lanzan paradojas que arrebatan, arriesgadas teorías que pretenden piadosamente crear fe en el incierto porvenir de la nacionalidad. este y otros varios discursos de Ramirez realizaban el milagro de animar flácidos organismos sumidos en la atonía por el infortunio y la duda que tan férreamente atenaceaban a las masas, y al sacudirlos arrancar de cuajo timideces ancestrales, aberraciones y sentimentalismos bajos. Por muchas situaciones han pasado esas prédicas plenas de calor 206 207 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.