Liberalism

lico y ya un poco ajado y maltrecho nombre.
lidades a quienes el pregón de la exagerada bonhomie latina, propia de este siglo, ha consagrado con tan alto título, no han sido capaces de establecer corrientes bien definidas que encaucen aunque sea fugazmente el pensamiento de estas jóvenes y vacilantes generaciones.
Maestros como el canciller Bacon o como Rousseau el precursor, para no citar sino dos de los más cercanos, cuyas ideas provocaron movimientos de verdadera renovación en las organizaciones de sus países, maestros en esta noble y alta acepción del vocablo, dudo que los hayamos tenido y los tengamos. no por falta de calidad generadora, ni por escasez de condiciones.
biológicas, sino por la llegada tardía a la existencia como entidades sociales y por la necesidad de una violenta y forzosa asimilación a las corrientes imperantes en el momento por que se ha atravesado, en busca de un acomodo estable que permita esperar la creación de rasgos propios y peculiares, capaces de plasmar la fisonomía de las infantiles culturas.
Que Montalvo, Sarmiento, Bello, Martí y nuestros Altamirano y Justo Sierra tuvieron en su calidad de pensadores llamaradas deslumbrantes de genialidad y por eso se les ha llamado justamente maestros, al arrastrar consciente o impensadamente al grupo de convencidos de su arte o de su idea cristalizados en amor; que Hostos en su disciplina filosófica, Darío, Gutiérrez Nájera, Herrera Reissig y Díaz Mirón en la lírica, Rodó prohijando el Arielismo, y tantos otros en diversas actividades de la ciencia y del arte hayan merecido el dictado de maestros, no nos autoriza a aplicar, mientras no haya quien lo merezca, el simbóA Ignacio Ramírez se le tuvo, y la tradición le ha conservado ese sitial, como Maestro de varias generaciones mexicanas. Limitado a un grupo social incipiente como es el nuestro y reducida la significación del vocablo, la tesis se simplifica. Pudo serlo y lo fué porque reunía las condiciones necesarias: origen de marcada filiación indígena que lo hacía poseedor de abundantes cualidades y defectos favorables: despierta intuición pedagógica, rebeldía ingénita, tenacidad rayana en testarudez, cierto egoísmo, justa ambición y honrado proceder; niñez de escolar bien preparado, adolescencia de estudioso perpetuo que lo convirtió en el tipo acabado del autodidacta. Si a ello agregamos una inteligencia clara, sólo ofuscada cuando el imperativo de las pasiones se imponía, rara actividad sin desfallecimientos, sentido de la vida y poder de atracción para cautivar, reuniremos de un vistazo las armas más valiosas con que don Ignacio Ramírez luchó y triunfó gloriosamente por sus más altos ideales: la República, el liberalismo, la educación. Después, el arte.
El sabio polígrafo, como Altamirano lo llama, pretendió ser y esta ambición la tienen muchos de nuestros aspirantes a genios sin las dotes de aquel sabiobastantes siglos después de Pico de la Mirandola, de Hurtado de Mendoza y de Leonardo el Divino, un enciclopedista capaz de conocer los misterios de todas las ciencias y ejercitar algunas de las formas artísticas; y si en la genial Sor Juana, doscientos años antes, la 205 Este documento es propiedad de Bliblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.