dad y buenas maneras de nuestro Parlamento y afirma que «todo hombre de mundo y los escritores también habrían de pasar, para su total pulimento, por una cierta estada en las Cortes. entonces sí que acabaría por ser Madrid una nevera espiritual. Existe también escribe Azorín otra cosa en las Cámaras legislativas: la valoración de la hostilidad es distinta también que en las demás regiones sociales.
Entre literatos. qué hondas, dañadas y duraderas suelen ser las ofensas! Entre los parlamentarios diríase que cosas que se consideran como ofensas en otros campos no lo son aquí, o que, por lo menos, la graduación de la ofensa no es la misma que entre personas de otras condiciones. Claro está que queremos prevenir al lector de que no se trata de excusar el agravio que pueda inferírsenos, ni dar a entender que en el ambiente de las Cámaras no se siente como en otros ambientes tan hondamente la digifidad personal, No es eso; tan susceptible y celoso de su honorabilidad es un parlamentario como cualquier otro conciudadano suyo de otras profesiones. Creemos que desgraciadamente esto no sea así. Un político profesional deja que le pisoteen lo que de dignidad le quede con tal de obtener mediante ello lo que en su indecente jerga se llama compensaciones. hasta cabe sospechar que lo que se estima ofensas personales en otros campos no lo son allí, sino más bien mutuas satisfacciones. Los vecinos de la antigua Sodoma se sentían satisfechos por actos que ofenderían a los más de los hombres normales y dignos de nuestros días y países. ese aforismo que ha inventado esa gente de que la política no tiene entrañas no quiere decir precisamente que no las tenga, sino que las tiene. cómo lo diremos. vamos, sí, sea. sodomizadas. Las más tenebrosas y tristes expresiones de vacuidad moral las hemos oído como salidas del Parlamento. Las manifestaciones todas de arrepentimiento moral de un parlamentario suelen ser mentira. Un político se duele de que algo le haya salido mal, pero no se arrepiente de que estuviese moralmente mal hecho. Para él no hay otro pecado que la torpeza.
Es natural que entre literatos las ofensas sean más hondas, dañadas y duraderas que entre parlamentarios; es muy natural. El literato no lucha precisamente por el puesto. La lucha política suele ser económica y casi nada más; la literaria no. El más pobre y necesitado de los literatos, el más pordiosero de ellos si se quiere, conserva algo de esa exaltación, alguien diria que morbosa, de la dignidad personal, de la personalidad que se cifra en el hambre de gloria, hambre que a las veces ahoga la de paz.
Mas sea esto como quiera, ello es que de los antros parlamentarios y ministeriales se esparce a casi toda la Villa Corte una helada bruma de amable frivolidad en el trato. esta fría y amable frivolidad, esa indiferencia por lo hondamente humano, esa parálisis de las grandes y fuertes pasiones, se refleja en nuestro teatro contemporáneo, teatro de cosquilleo, que no nos da ni el llanto eterno y purificador de la tragedia ni la risa eterna y purificadora también de la farsa, el llanto y la risa que cortan la digestión trabajosa de los felices distraídos de la vida.
Es, pues, natural que esos extranjeros según derecho internacional, pero compatriotas nuestros por la len197 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.