Tan mansito. Qué misionero no dirá, al leer frase de tan infinita dulzura, que sus pobres compañeros de religión están entre nosotros peor que entre salvajes. Qué mal le hace al país el que los párrocos prediquen el Evangelio. dice el varón devoto, que quiere presentarnos como jacobinos, resueltos a sellar toda boca que diga las excelencias de Cristo. se retira a rezar el rosario, mientras se acerca el momento de la lucha que lo espanta y que, según su criterio, puede traerle la obligación de apurar hasta las heces el más amargo caliz. Pero, señor. Si lo que nosotros queremos es precisamente eso, es decir que los párrocos prediquen el Evangelio, y no sólo que lo prediquen sino que lo pongan en práctica! Clericalismo no ha significado nunca el paralelismo de la conducta con las doctrinas de Cristo, ni el empeño legítimo de divulgarlas. Clericalismo es una enfermedad de quienes llevan la devoción hasta suponer que los sacerdotes son los hombres más idóneos en ciencias sociales y políticas, y de quienes, con fines tontos o aviesos, los consideran de talla para nombrarlos caudillos.
Podemos convivir tranquilamente, sin choques, sin sobresaltos, los enamorados de ritos que tienen honda poesía para los crédulos, y los que, respetando con toda el alma el sentimiento religioso, tan capaz de dar al espíritu su máximum de elevación y de pureza, nos hallamos bien hallados en aquel indiferentismo que combatió Lamennais, por no necesitar de ceremonias para orientar hacia el bien nuestra conducta.
Lo inaceptable es el sometimiento irreflexivo a despotismos de clérigo; el silencio ante ataques que de 182 seguro adquirirían mayor fuerza si candidaturas como la del señor Suárez se impusieran al país, desde luego que, enfrentados a una casta soberbia y llena de codicia, de codicia de mando sobre todo, pues ejemplares como el Padre Almansa son excepciones escasas, la invasión de todos los poderes, de manera directa o indirecta, por los ejemplares numerosos de la tendencia contraria, sería rápida y perjudicial, tan perjudicial como ponerle a la patria una camisa de fuerza.
Nosotros no queremos ojalá quede constanciaamordazar a los párrocos. Les reconocemos la plenitud de sus derechos para luchar por sus fueros. Seguidores del doctor Murillo Toro, admitimos la libertad que tienen y que deben tener para decir cuanto quieran.
Nos reservamos, dentro de la misma libertad, el correspondiente derecho de defensa. Y, dentro de la defensa, el de poner de relieve cuanto en sus predicaciones tenga elementos de farsa.
La lucha no es para reducirlos al silencio sino para evitar su predominio, de la misma manera que la lucha contra ei suarismo no tiene por objeto provocar el enmudecimiento de sus partidarios qué haríamos los de la oposición si eso ocurriera! sino buscar por caminos perfectamente claros el debilitamiento, para Colombia provechoso, de lo que llaman Unión Conservadora.
Pueden todos los sacerdotes venidos y por venir, los de amplias capas moradas y los de sotana raída, continuar no solamente la predicación del Evangelio, la práctica de ceremonias ostentosas, la interminable edificación de iglesias y muchas otras cosas de irtención parecida, sino la labor, que más a pechos toman, 183 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.