derna: se les observa aun en los niños y en los animales, y se puede decir que son hoy, en lo que atañe a la pasión sexual, un instinto exacerbado al punto de convertirse en verdadera enfermedad. Si tuviéramos nociones sanas y lógicas del amor y del matrimonio, de la vida; si nos estimáramos bien, no nos dejaríamos arrastrar a esta loca destrucción de toda belleza moral.
El papel del marido sería educar, instruir a su mujer, iniciarla en esta nueva orientación de su carácter; pero ¡cuán pocos son los hombres capaces de hacerlo! La mayor parte de ellos no comprenden a qué complejidad de errores, que forman su credo, obedece la mujer. Si lo comprendieran ¿tendrían arrojo y perseverancia para remontarse contra corriente? Hay dos morales frente a frente, y cuánto más sinceros sean los seres que las practican, más graves y agudos serán los conflictos. Para realizar una buena tarea, más que a la propia esposa habría que amar a la humanidad entera. Por lo mismo, rara vez el marido escoge este camino heroico: por regla general se decide a adaptarse a su compañera y a mezclarla en su vida íntima lo menos posible. Hacer la felicidad de sus hijos. Todo se ha dicho sobre la deplorable educación dada por las madres a sus niños! Creyéndose investida de una misión superior, a la mujer le parece legítimo tratar de dominar las emociones, los sentimientos, las pasiones de todos los que la rodean, ella, que no puede darse cuenta de lo que pasa en sí misma! En vez de ayudar a su marido y de guiar a sus hijos, en realidad no hace más que agarrarse de ellos y recargarlos con su propio peso, tan difícil de llevar. Día llega en que rompen sus 168 cadenas y entonces la mujer se sumerge más profundamente en la oscuridad en que la mantienen sus fal.
sas ideas.
Se habla de la abnegación de la mujer. Es cierto que, separada de la vida intensa del mundo, por su contacto con los débiles, niños, viejos, enfermos, tendrá a menudo ocasión de desplegar sus cualidades de dulzura, de paciencia, de bondad; pero, desgraciadamente, muchas todavía, como lo hemos ya observado, interpretan mal sus deberes y no hacen bien este papel de sacrificio y consuelo.
Pero si existen mujeres que creen conveniente el subordinar su dicha a la dicha del esposo, hay otras, me diréis, que quieren hacer del esposo un medio para alcanzar su propia felicidad. De cualquier modo que sea, aun invertiendo así la proposición, en el fondo encontramos lo mismo: una «MORAL DE ESCLAVOS. según la intensa expresión de Nietzche! Estas son dos maneras diferentes de depender y de las cuales la segunda requiere, por cierto, más inteligencia que la primera Si hay pocas mujeres que tienen un ideal de vida propia, son muy pocas también las que tratan de penetrar la cuestión social en su conjunto; si llegan a hacerlo, es de una manera episódica y fragmentaria; emplean sus sentimientos para reparar abusos que las conmueven; cuidan la llaga que aparece en tal o cual lugar del cuerpo, sin preocuparse de las causas que la produjeron ni de las conexiones entre ese lugar y otras partes del organismo. Los hombres se conducen por el estilo, es cierto; pero en esto como en otras muchas cosas, las mujeres no hacen más que imitarlos 169 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.