dres, aman a sus hijos hasta la puerilidad más tonta; los llenan de precauciones, de cuidados más perjudiciales que útiles, y las alabanzas del público constituyen su recompensa. Sin contar con que una gran parte de las madres que ante testigos manifiestan una gran ternura, ya en sus casas no son más que falsas buenas madres, que se desquitan con explosiones de mal humor y con gritos, por cualquier bobería. Sinceras o hipócritas, son igualmente perniciosas a sus hijos; les arrebatan desde la cuna la dicha de vivir, la dicha de robustecer los músculos y el carácter. Son inquietas, nerviosas, y siembran elementos depresivos en el medio en que viven.
Cuando no tienen el sentimiento del deber, se observa que todo lo consagran a su interés estrictamente personal, y tanto sus actos como sus gestos van dirigidos a satisfacer ese interés. Este es el caso de mujeres casadas o solteras, que buscan en el hombre un apoyo para satisfacer sus menores caprichos, sin responsabilidad para ellas, explotándolo hasta el máximum posible. Son hábiles, despliegan cierta inteligencia, pero los grandes horizontes les escapan. Aun cuando sus codicias sean inmensas, su pensamiento cabe en un puño. vi. On Entre las mujeres mismas que tienen cierto sentimiento del deber, las hay que no poseen más guía que sus caprichos, sus fantasías; son audaces, desenvueltas en sus movimientos, y esto que parece una cualidad en ellas, no es más que instinto, y no es raro verlas.
reemplazar el sentimiento del deber, que es la guardan que las preserva de muchos abismos, por prácticas supersticiosas son las clientes de las hechiceras, de los 146 quirománticos; creen en los presagios, consultan los libros de sueños, y como las anteriores, como la granol mayoría de las mujeres, su pensamiento cabe en un puño. En todas, ya lo hemos dicho y lo repetiremos, es la educación la culpable. Cómo! Se aprisiona a la mujer y se quiere que vea lejos. Comienza a salir de las cuatro paredes donde estuvo encerrada: nuevas exigencias sociales la empujan y el hombre mismo la anima, persiguiendo su propio bienestar y su placer; pero incontables prejuicios la aprisionan todavía entre sus mallas sutiles y complejas. Aclararé más esto, es tudiando el concepto que la mujer tiene del amor.
El concepto del amor que se ha dado a la mujer, es un crimen cometido en perjuicio de ella. Muchos me objetarán que la mujer no debe quejarse demasiado: que rara vez es víctima en el amor. Pero triunfante y mimada, o vencida y despreciada, no es menos una víctima de las ideas falsas que le han sido inculcadas, y todavía más en el primer caso que en el segundo, pues si la mujer debe libertarse, creo que lo conseguirá únicamente por las mujeres que para ver claro, han tenido que sufrir mucho. Toda la vida de las mujeres se concentra en el amor. Admito que sea lo esencial en la vida, pero esto no es razón para que se pervierta y deforme su valor. No dejará de ser lo más importante porque se le considere natural y lógicamente, y además será más bello, non porque te Se pueden clasificar las mujeres, desde el punto de vista del amor, en dos categorías: las sinceras e inget nuas y las coquetas y listas: y se podrá subdividir cada una de estas clases en dos grupos: las apasionadas y las frías. Todas, desde que el amor aparece, o 147 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.