Violence

bordar extensamente sobre este tema, y encontrar variedad de magníficos matices y delicadas preferencias de gusto. aun así, aun cuando parezca paradoja, creo que el peor signo del estado espiritual de esta gente infortunada no radica en ninguno de sus actos de violencia, sino en actos que probablemente describirían como diplomáticos y aun tal vez como benevolentes. Estimo que la acción más baja de toda la guerra ha sido la de los tres socialistas alemanes que oficiosamente penetraron con apresuramiento en Bélgica a la zaga del ejército invasor, y radiantes exhortaron a aquel pueblo entristecido y vejado para que no parase mientes en perder su bandera y su territorio, puesto que el patriotismo era tan sólo una superstición desvanecida, o, como textualmente dijeron, según entiendo, una ideologia burguesa. No intentaré desenredar todos los hilos de la bajeza espiritual de semejante acto. Constituye una proterva y presurosa asociación con el militarismo agresivo, de individuos a quienes se supone antimilitaristas, únicamente porque aquel aparecia estar alcanzando éxito. Constituyó para ellos un placer vituperar un ideal natural, humano, tan sólo porque en aquellos instantes era pisoteado. Tuvieron la impudencia simiesca de vociferar su cultura en semejantes momentos; fué una voz chillona, turbando con su verbosidad un doloroso silencio. Semejante arrogancia intelectual no la excusa ni aun la confusión de su intelecto, porque su caso no es defendible, bien sea nacional o internacionalmente. Si eran cosmopolitas. qué necesidad tenían de salirse de su camino para aplaudir el rompimiento del conjunto europeo? Siferan patriotas. qué necesidad tenían de escarnecer a los 132 belgas por ser asimismo patriotas? Esto es lo peor de todo. No tanto lo que el prusianismo germánico hace, cuanto lo que es. Tal vez sea oportuno agregar que aún hay algunos que creen que son estos socialistas los que purificarán a Alemania para que la paz sea concluída! CHESTERTON Novelista y critico inglés Tratándose de un crimen aislado, el hundimiento del Lusitania, con su deliberado asesinato de más de 200 seres indefensos, inclusos cientos de mujeres y niños, es el que más resalta. Ni su perpetración ni la responsabilidad de sus autores suscitan la menor duda o discusión, como sucede en muchos otros crímenes de guerra. La premeditación demostrada en el amenazante aviso que precedió al acto, y la deleitosa satisfacción que la opinión alemana en totalidad mostró después de consumado, lo hacen aún más negro; aunque su ejecución no se distinguiera precisamente por esas infamias agravantes burlarse de las gentes que se ahogan, o disparar sobre los botes salvavidas bien confirmadas en el caso de hazañas subsecuentes llevadas a cabo por submarinos alemanes.
Ahora bien, si se tratase, no ya de un acto aislado, sino de una regla de conducta, entonces el designio de exterminar al pueblo armenio, asesinando entre 500. 000 y 1, 000. 000 de seres, es el acto que debe encabezar la larga lista de los crímenes de la guerra. Este crimen lo perpetraron los turcos, si no por instigación de Alemania, al menos con su aquiescencia.
ROBERT DONALD Editor del Daily Chronicle de Londres 133 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.