para pasar al período de pueblos autónomos, sirviéndonos de nuestros propios recursos para fecundar nuestras industrias.
Para ser justos, debe apuntarse también, que la timidez y la emigración del capital que originan en gran parte la declinación del medio circulante, indudablemente debense a nuestra inestabilidad política y al espíritu anarquizante que todavía prevalece en algunos estratos sociales.
El capital afluye allí en donde encuentra seguridad para sus inversiones, y huye de los pueblos que viven en constante agitación.
De manera que el problema monetario no es única y solamente económico financiero.
Tiene una faz social que hay que contar en el balance, para distribuir las responsabilidades consiguientes.
No impunemente se entregan los pueblos en brazos de la anarquía.
Si pretendemos que se organice el Estado con autonomía financiera, que no rehuse la riqueza el pago de los impuestos directos.
Entonces el Estado, en posesión de cuantiosos recursos, obtendrá autonomía financiera y no acudirá a empréstitos internos ni externos; organizará el crédito hipotecario; practicará el catastro; impulsará la cooperación para ayudar al pequeño agricultor; introducirá procedimientos técnicos en la agricultura; organizará almacenes generales para movilizar el crédito agrícola por medio del Warrant, y combatirá la usura.
La evolución racional de los Estados por el sendero del progreso y la prosperidad, demanda que haya una verdadera ponderación o proporcionalidad entre las funciones que las sociedades exigen de los Gobiernos y los recursos que se les entregan para gobernar progresando.
Entre nosotros, se da la paradoja de que se combate al Estado y se rehuye el cumplimiento de los deberes fiscales; pero se exige del Gobierno que intervenga sin recursos en la protección de todos los intereses, haciendo una administración paternal y progresiva.
Esa obra es materialmente imposible. Es preciso que la ideología colectiva adopte criterios más rectos, y que la ciudadanía cumpla sus deberes, no sólo en el terreno meramente político, sino que también en el económico y en el fiscal.
Las gentes que se interesan por los asuntos económicos y financieros, deben penetrarse de que hay que prescindir de preocupaciones y conveniencias personales, para mirar más de cerca por los intereses sociales.
Las condiciones económicas de todos los pueblos han cambiado con la guerra, y especialmente las finanzas apoyadas en los impuestos de importación, los cuales continuarán disminuidos aún después de terminado el gran conflicto mundial.
Ante ese hecho inevitable, se impone el cambio del sistema rentistico, desgravando al comercio, al trabajo, a la industria, y haciendo descansar los impuestos en las riquezas efectivas, para mantener la eficiencia de los servicios que presta el Estado.
Ese Apocalipsis político social en que caerá Europa después de la guerra, nos traerá situaciones muevas en la vida internacional y planteará problemas muy gra123 titial 22 BIBLIOTECA Bibliotek NACIONAL Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
Rica