ble Junta de Vigilancia y la Inspección de Sociedades Comerciales, prestarían un gran concurso a la reforma que estableciera el Gobierno.
Si no se llega a un arreglo semejante, y el capital nacional continuara retraído a pesar del espíritu ampliamente liberal que prevalece en el Gobierno, para dar amplitud a la circulación, habrá que pensar en reformar la Ley de Bancos de Emisión, para lograr que automáticamente se aumente el capital de ellos.
Se dispondría, que de las utilidades de cada semestre mientras el capital nominal autorizado no hubiese sido completamente pagado se destinara un veinte por ciento de dichos provechos a la liberación de acciones.
Esta solución sería ventajosísima para los Bancos y para el público. Para aquéllos, porque el aumento de su capital robustecería su crédito y atraería más depósitos a sus arcas. para el segundo, porque obtendría más ofertas de capital, y así se lograría dar elasticidad a la circulación, en proporción con las ganancias obtenidas.
Hay que tener presente, que todo indica que el interés del dinero subirá después de la guerra, y que aquella alza repercutirá desfavorablemente por fuerza en la oferta de capitales en el país.
Nuestro gran mal radica, en gran parte, en el hecho de que las ganancias anuales de varios de nuestros capitalistas, se colocan en el exterior.
Si el alza de los intereses en el exterior atrae la codicia de nuestros capitalistas, y la corriente de nuestras economías anuales huye de nuestro suelo a fecundar las industrias de otros pueblos, hay que dar por sentado que nuestro desequilibrio monetario no tendrá una próxima solución, a menos que ocurran coyunturas inesperadas.
Hay que propagar el ahorro, la previsión, la coope ración y la economía en todas las clases sociales y cortar los hábitos de lujo y las disipaciones que nos hacen consumir cosas superfluas, muchas veces excediendo el poder de nuestras rentas.
Hay que dar leyes que garanticen la inversión de esos ahorros y el capital de las cooperativas, para que las masas no sean víctimas del pillaje, que decepciona aun a los espíritus más firmes en la virtud del ahorro.
De esa manera debemos apresurar la capitalización, para salir del período de países de inversión, sujetos a repartir nuestras ganancias con capitalistas de fuera, Si entre nosotros existiera verdadero espíritu de solidaridad social y económica, y más estabilidad en las instituciones, podría disponerse también, a guisa de concentración bancaria, que las instituciones de ahorros se constituyeran en verdaderos Bancos de Ahorro y que guardaran su capital en oro, en uno de los Bancos de Emisión. En cambio de esta garantía, se les entregarían billetes por el doble de su capital depositado, siempre que su cartera fuera saneada, para responder a esa circulación.
Todo este plan, naturalmente, estaría sujeto a control y vigilancia estrictos, y en este sentido la Honora120 21 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.