revista Eos, me ha hecho pensar que, como en todos los casos de alumbramiento, el parto de España le ocasionó dolores. Dió ella a luz un mundo que vivía oscuro y salvaje, y más tarde, los hijos de ese mismo mundo le pagaron con ingratitudes el beneficio que les había hecho al elevars muchos miles de ellos, de la triste realidad en que vivian a la categoria de hombres civilizados. No me extrañan, pues, ni su actitud ni sus frases: desgraciadamente abundan los hijos que maltratan a sus propias madres aunque sean ellas unas santas.
pios países. No viven cada día más despreciados, más ocultos en las selvas, muriéndose lentamente, hasta el extremo de que se teme que en algunas Repúblicas hayan desapareido por completo dentro de pocos años. De, quienes han de protestar, de los extranjeros que hace cuatro siglos les trajeron la luz de una civilización e hicieron bastante en su beneficio, o de los hermanos actuales que los dejan despiadadamente morir como verdaderos parias? España dió por ellos todo lo que podia dar: se dió a sí misma; casi muere del parto. Por esto, si una madre pudiera renegar de sus hijos, ella seria, acaso, la que más derecho tendría, para hacerlo. sin embargo España los ama, y nosotros los hijos de la peninsula, hemos crispado nuestros puños, cuando el Buitre del Norte ha tocado con sus inmundas garras el suelo mejicano. por respeto a la lógica, a la realidad y a algo más, no establezca parangon, señor González, entre los indios del siglo xv y los titanes belgas del siglo xx, entre el proceder de los alemanes en Bélgica, y el de los conquistadores cuya memoria honran y honrarán las generaciones.
Los procederes. en algunas ocasiones ciertamente dolorosos. de los conquistadores hispanos, están justificados, si no en todos los casos, en la mayoria de ellos, por la crítica serena e imparcial. Eran un puñado de hombres y tenian que luchar contra fuerzas cuya proporción parece inverosimil. Los acechaban por todas partes la malicia y la traición. Detrás de la ingenua sonrisa del indio, y de sus humildes palabras de amistad, se ocultaron muchas veces aviesas intenciones, propósitos de venganza y de exterminio. Quién duda que estas emboscadas, estos ataques a mansalva fueron, indudablemente, las causas que motivaron algunas injusticias cometidas por los españoles de la Conquista? Lea usted, señor González, la historia de la Nueva España, escrita por Bernal Díaz del Castillo, y digame si después de los acontecimientos de Cabo Cotoche, de la Bahia de Mala Pelea, y de otros análogos, podian encontrarse muy dados a la bondad y a la credulidad aquellos héroes humanos que parecian tener nervios de acero.
a nee Dice Ud. que debe dejarse a los indios el derecho de protestar; se queja de los tratos que se dieron a los aborigenes, de lo poco que hizo España por elevar su capacidad moral y física. yo me permito preguntar al señor anunc. equé han hecho por ellos ustedes los hispanoya libres de la corona de España. No siguen los pobres indios siendo víctimas impasibles de mil injusticias cometidas en ellos por las autoridades de sus proPara que esta carta se pareciera en algo a la suya debiera acompañarla de la contestación que seguramente dió Castelar al articulo de don Ignacio Ramirez, pensador, por lo visto, de la talla de Rodó, aunque con tendencias diametralmente opuestas. Yo no quiero molestarme buscando ese documento, y me conformo con rogar al señor González que lea en el diario Nueva Era, los brillantes articulos que, a propósito de este mismo tópico viene escribiendo el joven costarricense don Hernán Peralta.
Por falta de espacio hemos interrumpido la publicación de las Reflexiones sobre la educación de la Mujer. Seguirá en el cuaderno 53. bis 95 94 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.