tre los Estados desde la última guerra hasta 1914, fué muy considerable, el producido por la guerra actual lo ha sido más aún. En efecto, los sucesos de interés capital para el mundo, acaecidos durante los treinta meses de guerra, bastarían para llenar la historia de todo un siglo. Los estadistas que firmaron las declaraciones de neutralidad en 1914, han podido comprender que las reglas aceptadas desde hace medio siglo, o poco más, las establecidas hace nueve años. Convenciones de la Segunda Conferencia de la Haya) y las que lo fueron hace solamente siete años (la Declaración de Londres. debían ser modificadas por no responder ya en gran parte a las nuevas necesidades.
Hay que distinguir, sin embargo, entre las modificaciones cuya justicia se impone, ya que ha sido imposible aplicar las leyes antiguas cuya alteración se ha hecho de acuerdo con el espíritu que las inspiró, y los otros cambios en la ley y en las prácticas internacionales, que deben ser reprobados clara y enérgicamente.
Un ejemplo típico de la diferencia de criterio entre los dos grupos de beligerantes actuales nos lo ofrecen la forma y la extensión del derecho de bloqueo y sus resultantes. Phillimore cree, de acuerdo con Grotio, Bynkershoeck y Vattel, que no hay derecho alguno entre los que competen a los beligerantes, tan claro e indiscutible, tan justo y necesario, desde el punto de vista práctico, como el derecho de bloqueo. Según la Declaración de París, la condición esencial del bloqueo es que sea efectivo, y así lo reconoció, con mayor precisión aún, la Declaración de Londres, al determinar que «el bloqueo debe ser limitado a los puertos y costas del enemigo u ocupados por él. Ambos beligerantes han ensanchado estos campos de acción; pero en tanto que los gobiernos francés e inglés en sus declaraciones de de Marzo de 1915, reconocieron que kel primer deber del captor de un navío mercante es someter el caso al Tribunal de Presas competente, para ser juzgada y apreciada la regularidad de la captura, a fin de que los neutrales puedan recobrar sus mercancías si así procediere. el Gobierno alemán hizo saber en su memorandum de de Febrero del mismo año. que a partir del 18 de dicho mes su marina de guerra trataría de destruir todo navio mercante enemigo que fuese hallado dentro de la zona de guerra (cuya zona comprendía, según el documento, todas las aguas que rodean la Gran Bretaña e Irlanda. sin que le sea siempre posible descartar los peligros que amenazan a personas y mercancías. En la actitud de los gobiernos francés e inglés se puede observar una modificación de las reglas antiguas no de sus principios fundamentales impuesta por el método y por los recursos de la guerra maritima moderna, mientras que en la resolución del gobierno imperial se muestra el olvido de los principios que son la base misma del Derecho Internacional. Los Imperios del Centro, en la forma actual de la guerra submarina, pretenden que se olvide: la distinción entre beligerantes y no beligerantes, que Pillet considera como piedra angular del derecho de guerra; y la existencia de Tribunales de Presas, inútiles para los alemanes, ya que sus submarinos torpedean y destruyen ciegamente tanto a neutrales como a enemigos, a mercancías libres y a objetos que constituyen contrabando de guerra.
til Sist upold sug duty. o tobuso si ogitest is 75 74 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.