significa desarrollo de la industria ganadera en el país, aumento de la riqueza nacional y, de consiguiente, incremento de la cultura patria. Eso dijo el señor Leiva en un esforzado período de su discurso, consignando párrafos de compasión para los partidarios del quietismo receloso; para los que frente al foco eléctrico añoran el viejo farol de nuestras calles y los que recuerdan el lento rodar de la carreta arrastrada por la paciente yunta, al ver pasar con su penacho de humo y chispas la veloz locomotora. Indios en sus palenques, que se aferran a su miseria! exclamó el señor Leiva.
Espero demostraros que ese contrato nada desarrollará en beneficio nuestro, que al contrario, reducirá a impotencia y vasallaje las iniciativas nacionales y que por su causa dejará de ser nuestra una muy fuerte suma de valores efectivos; me sonríe la esperanza de que cuando lo analice en su aspecto económico, os serviréis tener por incontestables mis consideraciones. Por ahora me propongo desmontar de su vistoso palafrén este argumento del bienestar y la cultura, aducido para recomendaros dicha negociación. Quiero manifestaros lo que tengo por sana y legitima riqueza; quiero deciros cuál es en mi sentir el alma de la cultura; quiero exponeros lo que entiendo por progreso de un pueblo y anhelo sea el progreso de Costa Rica.
No es civilización, no es progreso, sino ignominia, el bienestar no venido del aumento de la riqueza propia, del auge de los propios medios de acción, sino de la venta a extraños del nativo suelo; no es progreso, no es civilización, el lujo que sólo se puede gastar merced a préstamos en el extranjero y a enajenaciones que desnacionalizan el suelo y comprometen sin remedio el porvenir del país. La holgura material que no procede de la propia riqueza, sino de la venta de los factores que podían constituirla, no es señal de avance en el proceso de la mejora comunal, sino síntoma de repugnante decadencia. Contemplad si no, el ejemplo de los pueblos latinos que ya han caído bajo el peso del oro del Norte: todos siguieron el camino del fausto y el despilfarro, satisfechos a expensas de la vitalidad nacional, sin percatarse de que tras el loco deleite de unos días, estaba el miserable conuco del esclavo.
La verdadera cultura educa los atributos fundamentales del ciudadano, dirigiéndolos al bien; es una iluminación creciente de las conciencias hacia el destino individual, el destino de la Nación y el destino del mundo; la verdadera cultura consiste en la elevación del carácter y con él, la afirmación del propio poder para trabajar, emprender y mantenerse en la lucha diaria. Ved en comprobación de esto cualquiera de los grandes ejemplos de la historia. Roma fué fuerte, mientras fundó su vigor y prosperidad en los severos principios de una comunidad frugal, sencilla y viril, y decayó con el lujo y el oro robado a los pueblos conquistados. Fué de veras grande durante la República, mientras las austeras costumbres del quirite se mantuvieron, y por eso alcanzó con César su mayor gloria militar y se elevaron entonces en altísimo vuelo su arte y su literatura, con el historiador Tácito, con el verbo insuperable de Cicerón, con la lira divina de Virgilio, con los cantos de Ovidio al amor, con los himnos de Lucrecio, el sacerdote de la filosofia y el amigo de la muerte. Roma decayó durante el imperio de los doce Césares, no obstante la efímera reacción 12 13 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.