EOS 382 EOS Fajardo, lo confundiremos con Victor Hugo, con Pelletan o con cualquiera otro francés moderno. Si es una ingratitud desespañolizarnos, debemos españolizarnos de nuevo. Qué felicidad para la América convertirse en Santo Domingo!
La protesta que hacemos contra la España, comprende a todas las naciones que se llaman civilizadoras y que para bien de los pueblos los entregan a las calamidades de la guerra. Si Roma se enflaqueció, culpa fué de su codicia: modelo de naciones civilizadoras, por un ensayo de filibusterismo destruyó a Cartago, que se encontraba en camino para el Nuevo Mundo. Llevó en seguida sus agentes legionarios a la Grecia por civilizarla, y el Partenón y el Pireo, estremecidos todavía con las palabras de Platón y de Demóstenes, brillando con la espada de Milciades y animándose bajo el genio de Fidias y Praxiteles, hoy, en este momento, claman profanación contra los que en Corinto fundieron las estatuas sagradas para entregarlas al comercio de la soldadesca como monedas de cobre. Vuelven de nuevo al Africa y borran la sabiduría de Egipto. Se aventuran por el Asia; y qué enseñaron en ella, cuando la nación más despreciable les ha revelado el cristianismo? Los bárbaros a su vez quisieron ser civilizadores; y esos de intento: va.
mos, decían los unos, a castigar la corrupción del imperio romano; somos los azotes de Dios, decían los otros. Esos mismos bárbaros han fundado en Europa las ciudades, han abierto sus puertos, han erigido templos, han difundido su alma en el alma del orgulloso continente, y por civilizarlo estropearon de diversos modos el latín, se desangraron y enfla383 quecieron como Roma. Esos bárbaros son los abuelos del señor Castelar, y sin embargo, el señor Castelar reniega de la Edad Media. Qué ruin sería la América a los ojos de nuestro ilustre antagonista si no aspirara sino a remedar a la España! Un astro más noble descubre la inteligencia entre las tempestades que rodean al mundo; con sus rayos descubrimos el trono conservado para la libertad y el altar para la ciencia; no es el orgullo español ni la ambición francesa quienes hacen desaparecer los Pirineos y precipitan al mar las columnas de Hércules; es la fraternidad universal; lo que hay de más puro, de más noble, de más sublime, pertenece a todos los pueblos, todas las glorias se confunden en una. Homero y Confucio, Washington y Voltaire, Bolívar y Lutero, todo hombre que se apellida grande, lo mismo pertenece a la China que a la España, y en México son igualmente queridos los nombres de Castelar y de Hidalgo. La electricidad, el vapor, la imprenta, lo mismo hablan, se deslizan, vuelan cuando se lo pide un español que cuando se lo demanda un azteca; para entenderse no es necesario hablar castellano; los que vieron en Babel confundidas, extraviadas sus lenguas, han recobrado la voz y emprenden de nuevo la conclusión de la torre prodigiosa, el escalamiento del cielo.
Uno de estos temerarios es usted, como nosotros, señor Castelar, y lo que usted desea no es más que desespañolizarse: la América va con sus costumbres, con sus instituciones, con sus luchas, con sus sacrificios, adonde usted se dirige con sus discursos; cuando los INTERESANTE material el próximo número Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.