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EOS 359 358 EOS señalará antaño espirituales derroteros al mundo.
Pero venciendo su exclusivo patriotismo en supremo esfuerzo de elevación humanitaria, critica también a Francia, de cuyos escritores «no está satisfecho. Le inquieta el odio que predican en la más cruel de las guerras, y pide justicia a las almas dolientes. La guerra, como escribe Rolland, es fruto de la debilidad de los pueblos y de su estupidez. No cree en su fatalidad, excusa de espíritus impotentes. en su horror cotidiano clama por la paz serena, por la ciudad armoniosa en que se juntan «las almas fraternales y libres del mundo entero. Suiza es ya refugio de espíritus desencantados en la bancarrota de la civilización, asilo contra la fuerza circundante, solar de la razón en medio de un frenético desencadenamiento de pasiones racionales. En la guerra admiran los cristianos el sacrificio, la súbita transformación del hombre mediocre en héroe de Epicteto, la regeneración por la sangre de adormecidas generaciones; pero felizmente existen para la abnegación nobles y humanas empresas de paz. No es posible, cristianos pregunta el convencido pacifista sacrificarse sin sacrificar al prójimo consigo?
Las fuerzas augustas, cristianismo y socialismo han renegado de su noble historia. El pontífice, el «Júpiter del Vaticano, que prodigaba sus rayos contra sacerdotes inofensivos. no ha sabido condenar, en la desmesurada ambición de principes criminales. La masa proletaria olvida sus conferencias de paz y profesa un repentino nacionalismo. En la gran contienda sorprende la unanimidad. contagio de furor mortífero. Rolland desolado, examina la inmensa locura de los hombres. Ningún pensamiento libre ha podido librarse de la epidemia. Diríase que sobre este choque de pueblos, en el cual será de todos modos mutilada la Europa, flota una demoniaca ironía. Perecen no sólo millones de combatientes, sino las mismas fuerzas del espíritu, fe, poesía, ciencia, al servicio de los ejércitos. Duelo de metatísicos y de poetas, de Eucken contra Bergson, de Wells contra Bernard Shaw, de Hauptmann contra Mæterlink, himnos de odio y silogismos de desdén que acompañan al clarín de los asaltos y al conciso parte de las destrucciones. no son los pueblos mansos, culpables de esta consagrada abominación. La masa obscura y laboriosa se inclina a fraternizar. Ministros de la razón de estado y de la salud pública preparan los combates en mefistofélicas salas, construyen precarias grandezas en periódicos holocaustos. Tres grandes culpables. tres águilas rapaces, proclama Rolland, tres imperios: la tortuosa política de la casa de Austria, el zarismo devorador y la Prusia brutal. lanzan a sumisas muchedumbres, en nombre de un fanático imperialismo, a interminables guerras desoladoras. Entre estos imperialismos, el prusiano es el primero. expresión de una casta militar y feudal, azote no sólo para el resto del mundo, sino para la misma Alemania cuyo pensamiento ha encadenado cuidadosamente. Comootros generosos escritores, separa Rolland del pueblo alemán al estado mayor de generales y profesores que lo dirige tiránicamente, a la manera de ese cruel sindicato de sabios que, en los diálogos de Renán, domina desde invisibles laboratorios al mundo microbiano.
Pero la escuela y la prensa han cambiado el alma de Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.