EOS 327 326 EOS fuera de esta importancia que podemos llamar instrumental, fuera del barniz de amenidad y elegancia que dan a las sociedades humanas, y que debemos contar también entre sus beneficios, tienen un mérito suyo, intrínseco, en cuanto aumentan los placeres y goces del individuo que las cultiva y las ama, placeres exquisitos, a que no llega el delirio de los sentidos; goces uros, en que el alma no se dice a sí misma: Medio de fonte leporum Surgit amari aliquid, quod in ipsis floribus angit; De en medio de la fuente del deleite Un no sé qué de amargo se levanta, Que entre el halago de las flores punza.
Las ciencias y la literatura llevan en sí la recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran.
No hablo de la gloria que ilustra las grandes conquistas científicas, no hablo de la aureola de inmortalidad que corona las obras del genio. pocos es permitido esperarlas. Hablo de los placeres, más o menos elevados, más o menos intensos, que son comunes a todos los rangos en la república de las letras. Para el entendimiento, como para las otras facultades humanas, la actividad es en sí misma un placer; placer que, como dice un filósofo escocés, sacude de nosotros aquella inercia a que de otro modo nos entregaríamos en daño nuestro y de la sociedad. Cada senda que abren las ciencias al entendimiento cultivado, le muestra perspectivas encantadas; cada nueva faz que se le descubre en el tipo ideal de la belleza, hace estremecer deliciosamente el corazón humano, criado para admirarla y sentirla. El entendimiento cultivado oye en el retiro de la meditación las mil voces del coro de la naturaleza; mil visiones peregrinas revuelan en torno a la lámpara solitaria que alumbra sus vigilias. Para él solo se desenvuelve en una escala inmensa el orden de la naturaleza; para él solo se atavía la creación de toda su magnificencia, de todas sus galas. Pero las letras y las ciencias, al mismo tiempo que dan un ejercicio delicioso al entendimiento y a la imaginación, elevan el carácter moral. Ellas debilitan el poderío de las seducciones sensuales; ellas desarman de la mayor parte de sus terrores a las vicisitudes de la fortuna. Ellas son (después de la humilde y contenta resignación del alma religiosa. el mejor preparativo para la hora de la desgracia. Ellas llevan el consuelo al lecho del enfermo, al asilo del proscrito, al calabozo, al cadalso. Sócrates, en vísperas de beber la cicuta, ilumina su cárcel con las más sublimes especulaciones que nos ha dejado la antigüedad gentílica sobre el porvenir de los destinos humanos. Dante compone en el destierro su Divina Comedia. Lavoisier pide a sus verdugos un plazo breve para terminar una investigación importante. Chenier, aguardando por instantes la muerte, escribe sus últimos versos, que deja incompletos para marchar al patíbulo. Comme un dernier rayon, comme un dernier zéphire Anime la fin un beau jour, Au pied de échafaud essaie encor ma lyre. Cual rayo postrero, cual aura que anima el último instante de un hermoso dia, al pie del cadalso ensayo mi lira. Lucrecio. Tomás Brown, no Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.