316 EOS Norte América y Francia. Quizá podría resumirse esta situación espiritual del pueblo francés en dos frases: una, de un General insigne, y otra, de un cabo, hombre procedente del pueblo. El General es Guraud, el cual, en una comida que nos dió en su cuartel general, hablando conmigo acerca de España y preguntándole yo si conocía nuestro país, me dijo. Muy de ligero; he pasado una vez por Sevilla y otra por Madrid. Le contesté a esto. Mi general, es preciso, cuando llegue la paz, volver a España. e inmediatamente, previendo la molestia que pudiera haber producido en el espíritu del general la palabra paz sin calificativo alguno, y haciendo una frase a que, en todo caso, la cortesía obligaba, dije. Bien entendido, la paz con la victoria. me contestó inmediatamente, con sencillez extraordinaria. Ah, es que si no fuera con la victoria, no me vería usted!
Continuando la conversación, me dijo el General. Voy a contar a usted una anécdota muy interesante, referente a un soldado. El otro día, al ir a efectuar una exploración arriesgada, se pidieron, como siempre se hace en estos casos, voluntarios; se ofreció un cabo, y un soldado compañero suyo le dijo. Pero hombre. cómo te ofreces tú, siendo viudo y teniendo tres hijos? lo cual le respondió el cabo. Por ellos es por quien lo hago. Es decir, por la Francia del día de mañana, por lograr una Francia tranquila, libre y sin recelos. Creo que ambas frases, la del General y la del cabo, dan exacta idea del patriotismo francés en cuanto al sacrificio que éste significa.
Apenas dos meses y medio después de la entrada en guer de los Estados Unidos, las tropas norteamericanas han comenzado a desembarcar en el litoral francés, después de una travesía cuyo éxito constituye por sí solo, para la campaña submarina alemana, un fracaso tanto más ruidoso cuanto que no se trata de una modesta vanguardia, sino de efectivos numerosos y poderosamente equipados. Tan pronto como llegaron a Francia, el de Julio de 1917, 1410 aniversario de la Independencia de los Estados Unidos, las tropas norteamericanas desfilaron en Paris ante la tumba de La Fayette, aclamadas por una entusiasta muchedumbre. El mismo dia, la Cámara de Comercio norteamericana daba un banquete, en el transcurso del cual su presidente, Walter Berry, dijo cómo, a ejemplo del gran antepasado Lincoln, comprende hoy día su papel en la guerra el pueblo norteamericano. En 1864, en la fase más dificil, más dolorosa de aquella guerra contra la esclavitud, cuando los corazones más resueltos desesperaban casi de la victoria, el Gobierno Francés, dirigiéndose a los Estados del Norte, ofreció su intervención para la paz. una paz sin victoria. esta proposición, el presidente Lincoln contestó. Nos han impuesto esta guerra; la hemos aceptado; luchamos hacia un fin y por una causa que es vital para el mundo entero; y ante Dios afirmo que esta guerra no acabará mientras no se haya alcanzado ese fin. Señores Aliados nuestros, cien millones de norteamericanos repiten hoy día las palabras del presidente Lincoln; lanzan estas palabras como un desafío a todos aquellos que, enemigos o neutrales, dudan aún de la victoria completa de los Aliados. La espada norteamericana ha sido RAFAEL ALTAMIRA CREVEA Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.