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302 EOS EOS 303 mente incurrieron en un error; su actitud era desleal y peligrosa para el bienestar de la nación; pero revelaría asimismo falta de moderación el impugnar sus motivos. Sin embargo, dos periódicos neoyorquinos, prestigiosos e influyentes, tildaron de traidores a estos senadores y según un suelto de la prensa, cuando se mencionaron sus nombres en cierta fogosa reunión celebrada en Carnegie Hall, el público lanzó algunos gritos de. Ahórquenlos. Puede observarse que mucha gente sensata cree de buena fe que los pacifistas más evidentemente leales conspiran en favor de Alemania, y a su vez los pacifistas acusan a los partidarios de la guerra de hallarse vendidos al oro inglés. La situación es vieja como el mundo: dos personas difieren de opinión, se exacerban, y no pudiendo apreciar sus puntos de vista respectivos, se acusan mutuamente de los motivos más bajos.
Lo que hemos presenciado hasta ahora es sencillamente el principio. El odio nacerá muy pronto cuando se derrame sangre norteamericana en la guerra. Artículos sensacionales extenderán el pánico ocasionado por el espionaje alemán. La gente charladora de los suburbios tendrá qué contar sobre tal o cual sociedad de tennis formada por alemanes naturalizados, y sobre cañones de tres pulgadas. Se demandarán represalias y aun se llevarán a cabo contra leales norteamericanos de origen alemán. Quizá tengamos algún Liebknechts echado a prisión, algún Haldanes mofado por la prensa y por el pueblo, algún Bertrand Russells expulsado de nuestras facultades universitarias. Si hay censura se manejará torpemente y la censura del miedo contribuirá al apasionamiento del pueblo: cuando las pasiones arrasan, los periódicos y revistas no se atreven a defender causa que no es popular. Con todos estos elementos trabajando a la sombra de la intolerancia, será más grande que el gobernador de la nación aquel que sepa conservar incólume la magnanimidad de los Estados Unidos, sus propósitos, su sereno anhelo por la justicia.
Al cabo va a ponerse a prueba la filantropía, la libertad, la tolerancia y la democracia de los Estados Unidos, Alejados del conflicto europeo, todavía no había nacido en nosotros el germen de la expansión imperialista. Quizá la guerra nos traerá esta tentación.
Habrá muchos tal vez que pretendan tomar parte en el botín de la victoria y que aduzcan suficientes argumentos para nuestra justificación. Puede acaso una gran nación dar sus hijos por nada. argüirán. Hemos de tener voz en el congreso de la paz para hablar solamente de la reorganización de los Balkanes y de Bélgica? Hemos entrado en la guerra por los Estados Unidos y no por ninguna nación europea, y todo aquel que tenga sangre en las venas debe desear que los Estados Unidos reciban suficiente recompensa. Demostremos que somos una nación poderosa y no hombres enganchados por Inglaterra. Al que obtenga la victoria pertenecerá el botín. Los Estados Unidos en primer lugar!
Hizo bien el Presidente cuando en su manifiesto del 13 de enero al senado, en su segundo discurso y en su gran mensaje de guerra el de abril, nos dijo terminantemente los principios que debíamos profesar; y sería bueno demostrar como medida preliminar de moralidad ahora que se inicia la prueba que, aun Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.