EOS EOS 242 243 hasta la encanecida viejecita, en cuya alma, tu aroma resucita oleajes de venturas ya enterradas.
Entre un coro de alegres pajarillos renace la mañana provocando la vida, el movimiento, con su varita mágica.
Pero el niño que duerme quietecito sepulto en la hojarasca, ya está libre del frío y de la pena, ya más no se levanta.
Voló al Cielo, y allí los angelitos lo cubren con sus alas.
Incluyendo al travieso rapazuelo que acostumbra con pompas divertirse remedos de ilusiones y al abuelo, que las mira alejarse rumbo al cielo.
y en llanto como aquellas convertirse. mí me encantó el cuaderno; pero no pasé de ahí.
Después, a fines de 1915, hojeando el Almanaque de Barry para 1916, me encuentro una poesía al Jabón de Reuter, premiada en uno de los habituales concursos de la casa Barclay y suscrita con un nombre falso, pero que sólo Eosina tiene el derecho de usar. Copio la poesía: tí su canto eleva quien te admira ¡oh Jabón! que embelleces. que perfumas.
No la oferta magnífica me inspira: Quiero dar a las notas de mi lira ocasión de bañarse en tus espumas.
Cuando te hallo en alguna estantería fingiendo una ilusión color de rosa, atormento mi pobre fantasía calculando la dosis de alegría que se oculta en tu masa milagrosa.
Desde el nene gracioso que se agita feliz en las espumas perfumadas, Todos, todos aclaman tu excelencia, y tu nombre destella como el día.
Si hay millares de inventos de la Ciencia destinados al mal, la Providencia te nombró «Mensajero de Alegría. El final Mensajero de Alegria era OBLIGADO.
Tal fué la primera composición de Eosina que vió la luz pública sin que ella lo esperara.
De su éxito puedo hablar. Fué doble: metálico y moral. Un representante de la casa Barclay de paso por Costa Rica, vino a visitar a la autora y a entregarle en sus propias manos una recompensa que resultó mucho mejor que la prometida. Vinieron luego felicitaciones de algunos lugares de la América del Sur y un caballeresco aplauso de José Zeledón en El Imparcial.
Lo sucedido después, lo saben muchos lectores.
Yo cogi casi a la fuerza un cuaderno de versos de la desconocida autora cuya timidez no está todavía vencida y cogí a la par unas tijeras: recorté a mi antojo y publiqué a mi riesgo, con un seudónimo eleEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.