218 EOS EOS 219 blanco, entre un ajustado vestido de paño rojo al cual estaban adheridos infinidad de pedacitos de lata que figuraban escamas, celada con viseral calada, y grandes plumas de avestruz, espadón de palo, enormes espuelas y guantes de manopla de la misma confección que la armadura.
Salió a pasos cortos, porque no le dejaba movimiento tan extraño cuanto pesado traje. Aun no habia dicho la primera palabra cuando tuvo la desventura de tropezar y caer a plomo, de bruces; viendo los espectadores que el actor trataba de levantarse sin poderio conseguir, empezaron a gritarle. Pelayo está borracho. Afuera el chapetón! Aprovechando un momento de tregua en aquella tempestad, el pobre español logró que, como de entre la tierra, se le oyera exclamar con voz lastimera. Señores, yo no bebo nunca. Háganme la caridad de levantarme porque me estoy ahogando! Instantáneamente se cambia la rechifla en compasión, y de todas partes acuden presurosos a salvar al maltrecho vencedor de Covadonga.
Cayó el telón y se advirtió a los asistentes que tomaran sus boletas al salir, para cobrar al día siguiente el dinero que habían dado por ellas.
La primera compañía dramática que vino al país y que mereció el nombre de tál, fué la que trajo don Francisco Villalba, en el año de 1835, con el siguiente personal: el mismo Villalba y su señora doña Mariquita López, Antonio Chirinos, Francisco Martinez (el curro andaluz. José Lopez, y un Flores, popayanejo, Juliana Fletcher segunda dama cantatriz. y Rosa Lozano, bailarina limeña; además venian dos violinistas y un mulato peruano llamado José Castillo, que tocaba la trompa admirablemente. Representaron con singularisimo éxito, La Jaira, de Voltaire, Felipe II, Edipo, Aristodemo rey de Mesenia, Las tres sultanas y muchos otros dramas y comedias de las escuelas española y francesa.
Por el mismo tiempo llegaron a Santafé don Romualdo Diaz y su señora doña Juliana Lanzarote, ambos españoles entradillos en edad, y formaron una compañia dramática con algunos aficionados de la tierra. Dieron principio a sus trabajos con las tragedias Blanca Moncasin, Lord Davenan, La enterrada en vida y otras del mismo género.
Como estas compañias trabajaban cada una por su cuenta, alternando en el servicio del teatro, sucedió lo de siempre que el pez grande se come al chico. La de Villalbaque era muy superior a la de Diaz rodó con fortuna, y Diaz tuvo que abandonar el campo a su rival.
Fue en aquellos remotos tiempos cuando Villalba acometió la empresa de poner en escena por la primera vez, en el país de los chibchas, óperas italianas con libretos traducidos al castellano: El califa de Bagdad, La Cenerentola y La Italiana en Argel, de Rossini, amenizando el final de las funciones con tonadillas españolas, como La vueita del soldado y otras que gustaban mucho al público.
En el año de 1848 volvió el mismo Villalba con otra compañia de cantantes, compuesta de los dos octogenarios, don Romualdo Díaz y su venerable consorte doña Juliana Lanzarote, prima donna; Chirinos, bajo; el chapetón don Eduardo Torres, baritono; y Fernando Hernández, hojalatero venezolano, que tenia una vocesilla de falsete con pretensiones a voz de tenor, y era el encanto de los Santafereños, ya en el teatro, ya en el ramo de serenatas que le encomendaban los malferidos de amor.
Entonces se pusieron en escena El barbero de Sevilla y Lucía de Lammermoor: al barbero lo sobreaguo Torres que era un baritono de primer orden; pero la pobre Lucia, interpretada por una vieja ochentona que al abrir la boca para cantar parecia una esfinge, cuyos dientes y muelas hacia varias décadas que habían trasteado a otra parte, cayó para no levantarse hasta que la rehabilito Rosina Olivieri, veinte años después.
La compañia de Fournier puso en escena el bellisimo drama de don Tomás Rodriguez Rubi, titulado Las travesuras de Juana. En la chistosisima escena en que al presentarse el bandido Testaferro y sus compañeros para robarse a Juana, las monjas se defienden arrojándoles macetas de flores, taburetes, libros, etc. el público tomó parte en favor de las asaltadas y empezó a tirar sobre los supuestos bandidos, lo que le venia a las manos. Sorprendido Testaferro con tan inesperado ataque de flanco, tuvo el buen juicio de tomar antes de tiempo, con los suyos, las de Villadiego.
Los más exaltados en tan singular combate cian con Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.