Guerrilla

214 EOS EOS 215 se ha inclinado por falta de distracciones honestas, cuyo costo guarde proporción con su presupuesto de rentas.
Nos permitimos llamar la atención del Gobierno hacia la necesidad y justicia de que, en el magnifico Teatro Colón, se faciliten al pueblo pobre los medios de asistir, con alguna frecuencia, a los espectáculos que se den en ese edificio construido con el dinero de todos.
El Coliseo de Santafé fué construido a fines del siglo XVIII, con dinero de don Tomás Ramirez, por el arquitecto Esquiaqui; pero, probablemente por la impaciencia que hubo en estrenarlo, se festino su terminación sin respetar los planos adoptados y se techó la casa provisionalmente, como decia una inscripción que había a la entrada para empezar la representación de comedias.
La muy galana pluma de don Juan Francisco Ortiz describió en La Guirnalda la historia y peripecias de ese teatro, que hasta el año de 1885, en que se demolió para reemplazarlo con el que hoy existe, fué el único conocido con el nombre de tal; pero ya mejorado y empeorado por los dueños a quienes se les expropio por cuenta de la Nación.
Tenia tres ordenes de palcos, todos con antepecho de lienzo del Socorro, blanqueados con cal y adornados con festones pintados al temple, pertenecientes a diversos dueños y arreglados según el capricho de cada uno. la fila o de abajo, concurria la clase media y de vez en cuando algunas traviatas, a la fila o del medio, la aristocracia; y a la fila 3! o gallinero, lo que su nombre indica, personas de ambos sexos de la clase baja.
La platea no tenia asientos de luneta; cada cual tomaba puesto donde podía, sobre unas bancas patibularias. Fué en el año de 1846 cuando se dividió el patio por la mitad y se inauguró, por primera vez, el servicio de parques de orquesta, durante las representaciones que dio la compañia de Fournier. Al rededor de los palcos de fila, en la planta baja, habia un poyo de material para que las criadas presenciaran la función mediante el pago de un real por cabeza.
El cielo raso era una maravilla de los tiempos primitivos: consistía en un gran toldo de lienzo ordinario, todo manchado y remendado, sostenido en el centro por un florón de madera dorada, del cual salian radios de cuerdas forradas en percal amarillo y atadas a las columnas de los palcos del gallinero. Sobre ese Olimpo vivian en paz octaviana un cuatrillón de ratas que se alimentaban con los espléndidos festines que les proporcionaban los restos de las grasas empleadas en el alumbrado y los despojos que quedaban por todas partes de las empanadas, tamales y demás fiambres que llevaba alli el respetable público.
El alumbrado y los aparatos adecuados al efecto, no le iban en zaga al cielo raso. Una gran araña, hecha por el insigne hojalatero Francisco Jiménez, con prismas y alcayatas de hoja de lata y espejitos, se veía suspendida en el centro del techo. Momentos antes de alzar el telón se la hacia descender para encender las ciento o más velas de sebo que contenia, y hecha la operación, se la volvía a elevar. Desde ese momento empezaba una llovizna de sebo derretido que era el tormento de los que quedaban debajo, y el deleite de los que estaban fuera del radio de semejante aguacero.
En cada columna de los palcos había suspendido un farol en forma de cono, hecho de lata y tiras de vidrio, con su correspondiente vela de sebo, y al frente del proscenio unos cuantos candiles de barro, desplegados en guerrilla, repletos de gordana y sebo, con la correspondiente mecha de trapo que, al carbonizarse, despedia olor nauseabundo del cual se impregnaba todo el edificio.
El telón de boca, pintado por don Eladio Vergara en el año de 1840, representaba en la parte alta el caballo Pegaso, hundiendo con el casco la roca de la cual brotaba una fuente; en el centro, Apolo con las musas; en medio, un ameno valle y varias otras figuras alegóricas; a un lado, en letras blancas romanas, la siguiente octava real, compuesta por el que más tarde fue General don Vicente Gutiérrez de Piñeres: Da Pegaso en la cumbre de Helicona, Hace brotar la fuente de Hipocrene, Con las musas Apolo se corona De inmortal lauro que en la sien mantiene.
En estro arrebatado el Dios entona Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.