EOS 213 REMINISCENCIAS SANTAFÉ BOGOTÁ Páginas tomadas de la prociosa obra de JOSÉ MARÍA CORDOVEZ MOURE II ESPECTÁCULOS PÚBLICOS Si pudiéramos hallar algún medio o instrumento para medir o comparar entre si los espectáculos o diversiones públicas de la actualidad, con los del tiempo pasado, de seguro que nos daria la siguiente fórmula: las diversiones de Bogotá superan a las de Santafé, en calidad y cantidad, pero son muy inferiores en intensidad.
Si hoy llamara la autoridad a alguien para rendir declaración jurada sobre edad, estado y profesión, tendria que responder: la primera, mayor. de veintiún años; la segunda, candidato indeterminado; y la tercera, trabajar veinticuatro horas al día para ganar con qué concurrir al diluvio de diversiones que han inundado la ciudad.
Cambiaron en absoluto los usos y costumbres de tiempo atrás establecidos para asistir a las diversiones y reuniones.
Hoy se va en coche iluminado con linternas, aunque los interesados habiten a media cuadra de distancia de la fiesta; las señoras van vestidas con tal lujo y buen gusto como si asistieran a una función de gala en el teatro imperial de San Petersburgo. El recinto del edificio, en el teatro iluminado a giorno, presenta el aspecto más deslumbrador, y las tres filas de palcos repletos de mujeres bellisimas, como son las colombianas, parecen tres guirnaldas de flores vivas, que lanzan miradas eléctricas que eclipsan el brillo de los diamantes con que se adornan, por tener el gusto de rivalizarlos y penetrar como dardos en el corazón de los cuitados cachacos que las contemplan desde la platea con ojos de codicia. Dios gracias, los que ya pasamos el Rubicón, y que por lo mismo, no somos hombres peligrosos, podemos penetrar en ese recinto asegurados contra incendio, contentándonos con decir como la zorra de las uvas. están verdes!
Pero es lo cierto que el objetivo de las asistentes al teatro no es precisamente presenciar la ejecución del programa anunciado, sino encontrar pretexto para deshacerse de los billetes, como si tuvieran contagio del mal de San Lázaro, y, por supuesto, hacer heroicos esfuerzos a fin de eclipsar a las demás en eso que podria llamarse concurso de belleza y buen tono. tan cierto es lo que decimos, que al salir de una función las oimos exclamar: pengo satisfecha; estuve feliz. pero no dicen estuve divertida.
También hemos notado una anomalia bien peregrina.
Se impide a las gentes non sanctas la asistencia al teatro como espectadoras; pero se aplauden en la escena los hechos que motivan el entredicho, lo que en nuestro concepto equivale a poner en planta la ley del embudo.
En la actualidad van al teatro únicamente los privilegiados de la fortuna o los que aparentan serlo, sabe Dios como; pero las familias no acomodadas y los artesanos, no pueden hacer el sacrificio de lo que ganan en varios dias de trabajo, para procurarse el ameno e instructivo placer de asistir, siquiera una vez al mes, a esa clase de diversiones, por el alto precio de las localidades. Aunque se nos objete que «sabe más el loco en su casa que el cuerdo en la ajena. diremos que los empresarios no han tenido en cuenta las ventajas que reportarian, tanto ellos como las buenas costumbres, si pusieran una sección de teatro al alcance de la gente laboriosa, para fomentar el gusto por esas reuniones y alejarla asi de los garitos y tabernas, a que Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.