EOS 178 EOS 179 abajo, molinetes, etc. en una palabra, durante dos o más horas de tiempo, se entretenian tejiendo la tela de Penélope; el pináculo de la contra danza consistia en que, en cierto momento, los hombres de un lado y las señoras de frente, se aproximaban entrelazados, formando una gran ala, al grito de jarriba! Esta clase de baile era muy socorrido, porque lo mismo que la olla podrida española, admitia en su seno toda clase de elementos; alli se desquitaban todos y todas del forzado ayuno de baile cuando esto provenia de pavorosa antigüedad en la fe de bautismo.
Hacia la media noche se juntaban los viejos y viejas, y a las callandas se encaminaban al comedor; de paso llamaban a la falange de sirvientas y muchachos que habian llevado al baile, y arrellanándose en sus asientos comenzaban tremendo ataque a la mesa y sus adherencias. Lo que entonces pasaba, a contentamiento universal, pues era la costumbre, sólo puede compararse a la caida de la langosta en una labranza de maiz, o al merodeo del campo de batalla, en donde todo es res nullius. Previamente colocábanse los concurrentes el pañuelo extendido sobre el regazo, y alli caia todo lo que estaba al alcance de sus manos; las sirvientas y muchachos iban provistos de alforjas, a cuyo fondo pasaban intactas las mejores viandas. Asegurada la retaguardia, proseguian comiendo tranquilamente mientras los jóvenes arreglaban sus asuntos particulares, aprovechando el momento en que las abuelas se solazaban en la mesa, sin otro pensamiento que el de dar término al saqueo emprendido.
Al fin se acordaban los primeros ocupantes de la mesa, de que otros también desearían tomar algún refrigerio, y se levantaban echando miradas codiciosas a lo que aún quedaba. Renovado el ambigú, le tocaba su turno a las señoritas, y de lo que estas dejaban, comian los galanes.
En cuanto a la música, que consistia en un clarinete, un flautin, un trombón bajo, redoblante, bombo y platillos, que trasnochaban a toda la vecindad, los ejecutantes se quedaban a la luna de Valencia.
Terminado el ambigú, entraba la descomposición o, mejor dicho, se acordaban las abuelas de que era tarde, es decir, temprano del siguiente dia, y no habia poder humano que las contuviera: los galanes no desperdiciaban la ocasión de acompañar a sus crestas, nombre que daban a las que pretendian, y el dueño de la casa quedaba muy gozoso de que todos se hubieran divertido a su modo, sin preocuparse de los daños causados, porque entonces no pagaba el monigote, quien lo tenia sino quien lo daba en préstamo.
Al dia siguiente la crónica referia que en el baile de la noche anterior se habían comprometido unas cuantas parejas para unirse próximamente con el entonces suave yugo del matrimonio. Un destinillo con veinticinco pesos de a ocho décimos, por mes, y las pocas exigencias de la novia, animaban, si señor, animaban a los jóvenes a tomar estado, teniendo a su favor el noventa y cinco por ciento de las probabilidades de salir bien. Las muchachas después del sarao, guardaban cuidadosamente sus modestos trajes para usarlos en la próxima fiesta, porque encontraban muy natural usar el mismo vestido, en tanto que no estuviera deteriorado. En una palabra, el recuerdo de aquellas diversiones dejaba en todos gratas impresiones y, más que todo, deseos y posibles para repetirlas. Tiempos que fueron!
VIDA DE COLEGIAL Los estudiantes de antaño no parecian ni prójimos de los de ogaño. Todos eran cuasi mendigos, aun cuando sus padres fueran ricos o acomodados, porque se creia prudente educar a los jóvenes en rigurosa economia, previendo que, tarde o temprano, tendrían que aprovechar esas lecciones objetivas; se juzgaba que no debia pecarse contra la caridad creándoles a los muchachos necesidades y haciendo de ellos hombres festinados, que a pocas vueltas se jubilan, o para quienes la vida viene a ser verdadero tormento.
En todas las casas habia un cuarto que se llamaba le trastajos (hoy guarda ropa. en que se archivaba, entre otras cosas, la ropa usada de los habitantes pasados y presenEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.