EOS EOS 169 168 ños y menos desarrollados Estados de América, para compelerlos a cumplir sus deberes internacionales, indudablemente han provocado un malestar creciente en todos los Estados americanos. Estos comprenden que aquellos procedimientos, aunque provisionales y quizás inspirados en benéficos propósitos, resultan de suyo desastrosamente amenazadores para el porvenir, e indican ambiciosos proyectos de parte nuestra, incompatibles con la dignidad y la seguridad de aquellos Estados independientes. Hemos hecho estas reminiscencias históricas, para que se vea hasta qué punto el derecho proclamado hoy por el Instituto de Derecho Internacional se vincula con el origen mismo de las naciones americanas y es axioma capital, ya en su Derecho Público, ya en su vida internacional.
Esas reminiscencias manifiestan también cómo, cuando se ha desconocido y atropellado ese derecho, lo que sucedió respecto de Colombia en el caso de la separación de Panamá, el atropello ha sido en realidad contra todo aquello que las naciones americanas todas consiguieron a costa de cruentos sacrificios, y creyeron asegurado desde hace ya cerca de un siglo: el principio de las nacionalidades.
Por una cruel irrisión le tocó a Colombia, la nación que tan decisivo concurso prestó a la emancipación de sus hermanas en este hemisferio; la que sostuvo con tesón y con firmeza el principio de las nacionalidades como base del Derecho Público americano; la que agotó sus iniciativas y gestiones en los Estados Unidos y en Europa hasta que la revolución hispano americana fué coronada por el reconocimiento de la independencia de los nuevos Estados; la que recibió, la primera entre las Repúblicas hispano americanas, un Enviado Diplomático de los Estados Unidos, le tocó, decimos, sufrir el golpe aleve que la desmembro, que atacó su existencia misma de nación, que echó por tierra el principio de las nacionalidades, en el que incubaron las revoluciones anglo e hispano americana, que conmovió en sus cimientos la vida internacional de este Continente. perturbación tan profunda en el orden moral internacional, no podría menos de seguir aquella zozobra, aquella inquietud, aquella desconfianza que señala en elocuentes frases citadas ya, el señor Ricardo Olney, zozobra, desconfianza que no pueden atenuarse sino con hechos prácticos y positivos de reparación del orden violado. Es el sentimiento de la injusticia lo insoportable para todos los hombres. No puede una nación atacar en forma alguna el derecho de otra, alegando sus propios intereses, por grandes que éstos parezcan; no puede siquiera proteger o conservar su existencia por medio de actos ilegales, mucho menos fundar éstos en supuestas necesidades de expansión, desarrollo o progreso nacionales. si esto es así. qué diremos de una nación que ataca y desmiembra a otra, estando en la más absoluta paz con ésta, más aún, siendo su aliada, fundándose en un pretendido mandato de la civilización universal. cuál es la autoridad, con qué poder alguno en la sociedad internacional recibe e interpreta los llamados mandatos de la civilización, que así abrogan la ley de Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.